Crónicas de un encierro involuntario (Covid-19. Parte 2)


30.




Día 16 de marzo 2020





Día 16. Día que pongo la radio como todos los días, pues me gusta mucho saber todo lo que comunican y, ya que soy bastante mayor, pues me voy informando de todo lo que pasa a diario. Así es que ya estoy viendo lo que está ocurriendo con el coronavirus y ya me voy poniendo en guardia, viendo que esto no es cualquier virus y el problema que vamos a tener, con enfermedades, cambio de vida de los jóvenes, de las personas en su forma de vida, de los negocios, de las empresas, por no decir muchas más cosas.

La política está muy dividida y esto no es bueno para la situación en la que nos encontramos. Nos ha venido de sorpresa. Tan fuerte y con las arcas vacías...

Voy a decir cómo están mis sentimientos y cómo lo estoy afrontando. Los días primeros parecía no creer lo que estaba ocurriendo. Te levantas pensando que es un sueño y que no es verdad, pero una vez empiezas el día, ya quieres que las cosas se vayan poniendo en su sitio, pensando en los hijos y nietos, qué porvenir les espera y, sobre todo,  la vida tan distinta que tienen que llevar en una larga temporada.

Todos los días mis hijos me traen la comida y es muy doloroso ver cómo se quedan en la puerta. Y tan cerca, no les puedo ni dar un beso.

El otro día vinieron mi nieto y mi nieta. Llegaron a la puerta a traerme la compra y no les pude dar un abrazo y me quedo tan mal, que me paso un buen rato llorando hasta que me pasa un poco.

Ya empiezo, para pasar las horas que se hacen muy largas, pero al final del día me faltan horas para hacer muchas cosas, por ejemplo, hacer unas mascarillas por la mañana y por la tarde hago pan, cocino. Otros días hago buñuelos y gimnasia "de pasillo" y un poco de  pilates.

Van transcurriendo los días, esperando que este virus maldito frene, pero se ve que es muy fuerte. Así es que van pasando los días y te vas haciendo a la idea que va para largo. Me preocupa mucho todas las personas que han estado muy enfermas, las personas que ya estaban en situación complicada de supervivencia.

¿Cómo lo estarán pasando?

Tengo setenta y siete años, a punto de cumplir los setenta y ocho, y en toda mi vida yo no he conocido -gracias a Dios- ni pasar hambre ni tener enfermedades complicadas. Así es que le doy gracias a Dios por poder tener un poco de salud y afrontar este momento bastante difícil.

Pero en esto estoy, haciendo lo posible. A mis hijos y nietos les digo que estoy optimista, dentro de lo que cabe. Que pasará y será como un mal sueño.

Esto pasará.

El cielo es azul, 

y el sol brilla más...


Justa



31.





Los primeros días de la “Cuarentena” el desasosiego interno era grande.



La atención a las constantes noticias sobre los nuevos contagios,  las actuaciones de unos y otros, mejores y peores, acertadas y erróneas, qué hacer,.. qué no hacer,. …



La cabeza no paraba de trabajar buscando explicaciones, opciones, culpables, soluciones, incluso venganza…



Pero por suerte... tengo pareja.



Cuando tienes al lado alguien que te quiere, y que te ve “sufrir”, lo más seguro es que te de un toque de atención para que vuelvas a la realidad o al menos ha sido en mi caso, de lo contrario, nos habríamos cogido de la mano y posiblemente nos habríamos hundido en la miseria criticando todo de todos, tanto lo bueno como lo malo, desquiciando a nuestros conocidos, compartiendo todo tipo de noticias sin contrastar, que solo servirían para aumentar -si cabe- la espiral de desinformación que está arrasando con todo, como un tornado, preparando el terreno para la llegada de los “carroñeros”, los que ni siquiera a toro pasado sabrán decirnos  qué o cómo teníamos que haber hecho las cosas.

Afortunadamente, en nuestro caso, el toque de atención dio paso a la serenidad, la situación nos ha pillado solos en casa. Los hijos están estudiando fuera y se han tenido que quedar en su piso de estudiantes, con un horno al que solo le funciona la mitad de las resistencias, con una lavadora que no centrifuga, con moho en las ventanas... pero disfrutando de su “independencia”.

Y mientras tanto, nosotros, intentando descubrir de qué va eso del síndrome del nido vacío, que casi parece una excusa para tener algo de lo que quejarse.

En nuestro caso, lo llevamos como si fuésemos una pareja de recién casados, deteniendo el tiempo para  mirarnos... a la cara o furtivamente, ¿Qué más da?  
Las dos formas son aceptables, tanto si sientes un hormigueo en el ombligo o te inunda una sensación de Paz.

Gracias a estos días de “Relax” forzoso, he vuelto la mirada al interior, he recordado parte de lo que sentía al elegirnos, he recordado una pregunta que nos hicieron en una dinámica grupal cuando éramos jóvenes, ¿Qué persona elegirías para irte a una Isla desierta si nadie pudiese encontraros hasta dentro de 30 años? Y lo importante no es que siga estando con esa persona, lo importante es que de nuevo repetiría la elección.

Veo que estoy con la persona que he elegido, en nuestra “Isla” ahora forzosamente desierta, disfrutando de cada momento, sin agobios, sin prisas, leyendo, cocinando, hablando,. . .  Amando.

Me siento muy afortunado y me da algo de vergüenza compartir como estoy llevando esta cuarentena, pues sé que hay personas que no tienen la misma suerte, y desde aquí les brindo mi más sincero reconocimiento por lo que puedan estar pasando.

Cada vez queda menos para volver a nuestra vida “normal”, y ahora tenemos la oportunidad de reconocer lo que queremos, para crear nuestra “normalidad” de mañana.


Un Saludo


Enrique

32.



MI DÍA A DÍA EN EL CONFINAMIENTO:

Hola, mi nombre es Toni y os voy a contar mi día a día de encierro en casa. En primer lugar diré que lo estoy pasando solo, ya que mi mujer está en casa de sus padres pasándolo con ellos, ya que mi suegro tiene un enfermedad degenerativa y hay que ayudarlo para todo y mi suegra, no puede sola y como las personas que venían a ayudarle por el día y por la noche para acostarlo no vienen, pues está con ellos.
Está siendo muy duro para ella pero para mí también, porque estoy solo. Al menos las veo una vez por semana, cuando me piden la lista de la compra y aprovecho que voy a comprar para mí y compro para ellas, y como tengo una mascota, aprovecho el viaje para llevársela, se la dejo en el ascensor y la recogen y si han hecho comida de sobra me la llevo.
Como ya os he dicho tengo una mascota, es un Dálmata de 5 años. La saco 3 veces al día, por la mañana temprano, después de comer y al atardecer y no más de 15 minutos. Es la ventaja de tener mascota. Después de subirla por la mañana, me hago el desayuno, recojo un poco la casa, y sobre las 11:00 hago 50 minutos de cardio. Hago ejercicio 3 días a la semana, lunes,miércoles y viernes. Me ducho, me conecto un rato en Internet y me voy hacer la comida, cuidando todo lo que pueda la dieta y comiendo sano, y vuelvo a sacar a mi mascota.
Sobre las 15:00 hora, me siento en el sofá, bueno más bien me acuesto!!! a ver las noticias y me quedo adormilado y cuando me despierto, me pongo una película o una serie de las que me gustan a mí, ya que mi mujer en ese sentido, no tenemos los mismos gustos y aprovecho que estoy solo para verlas.

Sobre las 19:00 horas, saco por última vez a mi mascota y cuando subo me conecto otro rato a internet hasta las 20:00 horas, que es cuando salimos todos o casi todos a los balcones a aplaudir a esa gente que se está jugando la vida, cada día por nosotros, arriesgando la suya propia. Después, 5 amig@s, nos conectamos por vídeo llamada, para tomar el aperitivo, contarnos lo que hemos hecho y echarnos unas risas. También nos ponemos retos para cumplirlos al día siguiente, como disfrazarse, hacer bizcochos, cok teles y manualidades y pasamos un buen rato.

Sobre las 21:00, me voy hacer la cena y después al sofá, hasta que me entra sueño y me voy a la cama.

También hago vídeos divertidos o me invento  canciones chorras improvisando, y los envío a mis amig@s y familiares y les alegro por unos minutos el día y me lo agradecen.

Bueno y este es mi día a día de encierro y procuro pasármelo lo mas distraído posible.

Bueno un abrazo para todos y saldremos de esta con más fuerza.





ANTONIO  



33.


Inesperado. Posible.

Extrañeza. Normalidad.

Distancia. Cercanía.

Confusión. Certeza.

Tensión. Serenidad.

Silencio. Clamor.

Freno. Rápido.
Parar. Activar.
Mentira. Verdad.
Complejidad. Simplicidad.
Externo interno.

Preguntas que pesan toneladas flotan en el aire. Respuestas livianas que solo se pueden encontrar en el sustrato de lo invisible, en lo profundo de la tierra, en las raíces de los árboles, en lo más hondo de una misma. Saber, y querer, ver, escuchar, contemplar, conectar, fluir, integrar.

Incertidumbre. Expectación.
Cambio. Cambio.
Sombras. Luz.
Renovar la mirada. Sin velos.
Confianza. Quién sabe.
Destino oculto.

Clara



34.




Ya llevamos más de un mes sin salir de casa a causa del coronavirus, ni tan solo para ir a comprar. Nuestras hijas viven en Madrid, y gracias a las nuevas tecnologías, mitigamos el no estar cerca. Con las videoconferencias a diario es un alivio.
Nuestro hijo, que es el que tenemos cerca, nos trae la comida y no pasa del descansillo -por si acaso lleva virus de la calle- para no contagiarnos.
Es una situación tan atípica e indeseable, el no poder darnos un abrazo, sentir esa cercanía, ese calor que necesitamos a diario... Aunque nos conforta mucho -y damos gracias a Dios todos los días- el saber que estamos bien de salud toda la familia, hermanos, sobrinos, amigos íntimos y todos sus hijos... aunque a gente muy cercana les ha tocado de cerca esta cruel pandemia.
Esto es lo que nos toca vivir ahora, inesperadamente, pero hay que abrir puertas a la esperanza y, a pesar que sabemos que todo cambiará, que nada será igual por lo menos en un tiempo inmediato, sacaremos energías refugiándonos en nuestra fe.
La pasada semana de Pasión, en nuestra Cofradía, se hubiese celebrado el Septenario a la Virgen de los Dolores y, en este día, la misa se hace en memoria de nuestros cofrades difuntos.

A mediodía se celebra la comida de Hermandad de los cofrades y por la noche se reza el viacrucis. En la Plaza Mayor se hace el encuentro de nuestro paso con el de la Hermandad de la Real Cofradía de la Virgen de los Dolores. Acuden los Clavarios, los penitentes, los costaleros, los estandartes, las banderas y los tambores.
El Viernes Santo hubiésemos procesionado con nuestro Paso, nuestro querido Descendimiento de la Cruz y "la María" -que es como llamamos cariñosamente los cofrades a la Virgen Dolorosa- con toda nuestra tristeza porque nada de esto ha sido posible.
Son muchas las ilusiones truncadas por el Covid-19.
En cada una de las fiestas: Fallas, Semana Santa, Pascua... Pero lo peor de todo son los afectados por este letal virus... los enfermos, los sanitarios y sobre todo los fallecidos y los familiares de estos. Este es el principal motivo que nos dejará esa profunda huella por lo que tardaremos en recuperar la alegría que nos caracteriza a los valencianos.
Aún así, esperamos poder celebrar todos estos actos el próximo año, con toda la solemnidad que requieren.
Os deseamos a todos mucha salud y fortaleza para superar esta desagradable situación que nadie hubiésemos deseado.

Rosa



35.



Mis emociones en estos momentos están revolucionadas. Siento miedo, por mis padres, por ser mayores, mi padre está operado del corazón, hace tan solo 7 meses, mi madre está muy bien. Siento pena por no poder abrazar a mis hermanos, que junto a mis padres son mi vida. 



El otro día, vi a mi hermano en el súper y ufff madre mía, que ganas de llorar,

no podíamos abrazarnos, nos tocamos las manos con un sentimiento que no puedo describir, me fui a casa feliz pero con el alma rota. Mi hermana, que es mi mitad, no la he visto en persona, desde que empezó todo esto. Menos mal que existen las videollamadas, nos llamamos con mis padres, que se han modernizado jeje y mis hermanos, veo a mis sobrinas, mis sobrinos que los adoro, son mis hijos todos mis sobrinos.

También al ir a trabajar todos los días, siento miedo y respeto, porque aún con las medidas de seguridad, a veces piensas ¿tendrá el virus mi compi? No lo quiero pensar, pero al final, todo esto crea una psicosis que nos hace actuar de una manera que nunca nos lo hubiésemos imaginado. 

También duele mucho pensar en todas las personas que han fallecido e inmersas en esa soledad, de no poder ser despedidas de sus seres queridos, que tristeza más grande. Quiero ser positiva y creo que esto pasará pronto y que todos volvamos a la normalidad que a veces tanto nos quejamos de nuestras rutinas, pero ahora las estamos deseando, pronto las recuperaremos. 

Cierto es que dentro de esta desgracia que estamos viviendo, se han descubierto valores entre nosotros, la solidaridad, la empatía, compañerismo... 

Comparto estos sentimientos con vosotr@s. 

Sólo desearos que esto pase pronto y podamos abrazarnos y disfrutar de la vida. 

Gracias. Besitos. 






Begoña





36.




Después de un mes puedo decir que una parte de mí no quiere que este aislamiento termine, esta crisis llegó a mi vida para que trabaje una de las cosas que más me ha costado siempre, el día a día, el tomarme el tiempo para cada cosa y disfrutar de lo que sea y sobre todo de la relación con mi hijo, para reírme a carcajadas con él, para jugar, para aprender y disfrutar de las rutinas, para verme en su reflejo y querer ser un poco mejor, para dejar de preocuparme y estresarme x todo.

La Vida me ha regalado el tiempo para trabajar esos temas pendientes para los que nunca "tenía tiempo", para observarme y conocerme, para limpiar esos rincones de mi casa y de mi vida que estaban acumulando tierra para comprobar cómo depende de mí que un día sea maravilloso o una mierda.

Otra crisis, otra oportunidad.

Tiempo de replantearnos todo, de volver a elegir caminos, de saber quiénes somos, de cambiar lo que no queremos ser, de crecer para adentro, de ser conscientes de que el único trabajo x hacer esta en nosotros mismos, minuto a minuto, en este eterno presente.
Cierro la ventana, miro hacia adentro, me veo, me duele, asusta, siento, respiro, me relajo, disfruto, tengo miedo y vuelvo a mirar a fuera, las calles vacías, un gato maullando incesantemente, ya no sé si es real o es mi mente gritando.
Momentos de plenitud, culpa, incertidumbre, presencia, felicidad, otra vez preocupación, información, más preocupación.

Desconecto y conecto con lo real, todo es una gran película, ya no se qué es real, la Matrix cayendo, duermo, como, pienso, me río, juego, lloro, quiero salir y no.
Tengo miedo, tengo esperanza, tengo insomnio y escribo.
Estoy viva, mí mente se va y vuelve, se distrae intenta escapar, me ralentizo, respiro.


Estoy, estoy, estoy...


Anahí




37.





Diario de un confinamiento.

¡Hola a todos! He estado leyendo varios de los mensajes que habéis dejado en el blog y me siento identificada con muchos de ellos.

Está siendo una etapa diferente, de aprendizaje, de viaje a nuestro interior, de cambiar costumbres y, en definitiva, de adaptación. A decir verdad, por el momento no estoy llevándolo mal ya que estuve estudiando una oposición en casa durante 7 meses casi sin salir por lo que la situación, en mi caso, no ha cambiado mucho. Sí que es verdad que hice el examen en enero y ahora mismo estaba “recuperando” el tiempo con las actividades que no había podido realizar durante ese período como disfrutar de la familia, amigos, hacer deporte… Por lo que el decreto del estado de alarma me privó de seguir realizándolas. Sobre todo de poder disfrutar de las ansiadas Fallas que, como valencianos, todos estábamos esperando. 
Los primeros días fueron raros, en mi mente y de forma egoísta me preguntaba.
¿Por qué paralizarlo todo ahora? Pero inmediatamente cambié el chip hacia otra pregunta con una respuesta que me ayuda a seguir adelante: ¿Para qué? Para salvar vidas, para evitar contagios, para no saturar el sistema sanitario.

Así que a partir de ahí intenté organizarme día a día, aprender a estar en casa y disfrutar de los míos. Leer libros, hacer ejercicio, compartir charlas, “picaetas” antes de cenar como decimos en Valencia e incluso cocinar, para lo que soy una negada y no se me da nada bien. Además, como ya he comentado, las fallas 2020 las pasamos confinados en casa, pero hubo tiempo en mi falla para celebrarlas desde casa haciendo cada uno una falla en su propio domicilio, bailando los típicos pasodobles y disfrutando de la imaginación, la creatividad y el humor de los falleros. En resumen, hacer actividades para pasar todo este tiempo lo más entretenidos que podamos y desconectar, en la medida de lo posible, de la situación.

Obviamente he tenido días menos buenos, donde la cabeza entra en una montaña rusa de emociones difícil de detener. Días de más nerviosismo e insomnio, pero que con optimismo y apoyo de los más cercanos se puede salir.

Así que no me queda más que dar ánimos a todos los que leáis esto y fuerza para salir adelante. Es una situación nueva y desconocida pero que estoy segura que nos habrá servido para aprender de una prueba más que nos ha puesto la vida.

Clara


38.





Me doy cuenta de lo bien que me ha venido parar. Aunque en muchos momentos pienso que estoy viviendo una situación surrealista.



Me cuesta, pese a la consciencia de la situación que vivimos, creer lo que está sucediendo.



Cuando voy a comprar con la mascarilla y llego a los supermercados o a las tiendas recibo esa dosis de realidad. Está pasando...pero de veras me siento como la protagonista de una película que ve el film desde fuera.



Solo observo... 


Siento mucha paz por los silencios que acompañan al día. La verdad es que este tiempo me hace consciente de la escucha de los elementos de la naturaleza que nos rodean que, con la vorágine de nuestros ritmos, no percibo a lo largo de muchos momentos. 







También me ha ayudado el hacerme horarios en los que introduzco diferentes actividades que me hacen sentir bien. El bailar y el hacer cardio ponen a punto mis niveles de serotonina. Digamos que ayudan a equilibrar mi nivel de humor (Se agradece. Además, se eliminan muchas dolencias así). 



Me doy cuenta de lo feliz que soy sin utilizar tanto el vehículo y la libertad que me da a la vez tenerlo para poder desplazarme y olvidar por un momento que no puedo moverme... que accedo a otros lugares. 



Este tiempo me permite conectarme. 



¿A quién? A mí. A mis hijas, a mis padres y hermanos... 



Escucharme, sentirme, me ha permitido poder atenderme, cuidarme... redescubrirme y desarrollar habilidades que aún no había tenido que poner en práctica por el tema del teletrabajo desde casa. 



¿A qué? Al mundo. A todas las personas que no conozco pero que siento tan cerquita a través de las redes, los medios. 



A mis "Amig@s del alma", seres que caminamos ya habiéndonos reconocido. Y doy tantas gracias por eso. Os quiero. Es un placer caminar juntit@s. Me siento afortunada porque al parar, al escucharme respirar y al permitirme sentirme, emerge un ser que muchas veces acallo, porque entrar en los biorritmos del sistema es complicado. 



Estoy en el lado de los afortunados. Sí, me siento bendecida en todos los poros de mi piel. Esta situación me ha permitido re enamorarme, conectarme conmigo y a la par, fundirme y ser Uno con la pareja que camino. 



Mi compañero, mi Amor. Tiemblo cuando le veo y lloro y es que, en muchas ocasiones es difícil describir la energía que recorre mi ser cuando le beso, o le susurro o cuando le toco porque siento muchas cosas, pero hay una en especial que resuena en mi Ser. 



Doy las Gracias porque me han regalado un día más para despertarme y acostarme junto a él.



Mireia






39.





Confesiones del confinamiento 



Llevo más de 4 semanas en casa, con mil pensamientos en la cabeza que no paran de dar vueltas. Mi corazón está lleno de sentimientos contradictorios. 

Hace 7 años que he conocido al hombre con el que me casado y que siempre he pensado que era mi otra mitad. 

Justo antes de que toda esta locura empezara, me di cuenta de que alguien que he conocido más de cerca hace 8 meses, me gusta. Es una persona que veo poco, pero hemos tenido buen feeling desde el principio. Tenemos muchas cosas en común, hablamos mucho y de todo. Se preocupa por mí sin que yo sienta que hay algún interés detrás y, la verdad, es que me siento bien cuando estoy con él.

Así que, el Covid me ha pillado en un dilema que me machaca por dentro.
Ya se lo he confesado por que me sentía culpable al hablar muchos ratos por WhatsApp, aunque nunca eran conversaciones íntimas, pero -aún así- no quiero hacer algo que a mí no me gustaría que me lo hicieran.
Y ahora hablamos muy poco porque esto es algo que no se puede hablar y tampoco aclarar por WhatsApp, pero aún así, pienso en esta persona todos los días. 
También es verdad que el encierro multiplica las emociones, que si hubiésemos estado en una situación normal, podríamos vernos y hablarlo con tranquilidad. 
No sé que está pasando. Me pregunto si sigo queriendo a mi marido, si nuestra relación se ha acabado, si algo iba mal y no me di cuenta, si está persona me gusta de verdad o es algo que se me pasará o por qué me ha llamado la atención este hombre, cuando en todos estos años mi marido ha sido como un Dios para mí.
La vida me ha enseñado en estas semanas que nunca hay que decir nunca, que las cosas cambian, nosotros también cambiamos con los años y que todo lo que pasa nos enseña algo más para crecer. 
Pero si en este momento fuese egoísta y sincera, diría que me encantaría conocer más a este hombre, pasar tiempo a su lado. 
¿Tendría que sentirme culpable por mis pensamientos? ¿O por mis sentimientos? ¿Tendría que luchar por salvar mi matrimonio o arriesgarme y dar un paso más allá? 
A veces, en mi único momento de libertad, cuando saco los perritos, lloro y me desahogo. Lloro por mi libertad, lloro por mi impotencia, lloro porque me duelen las ausencias, me duele el silencio. 
Estamos tan cerca, pero tan lejos...

M.



40.



Hola me llamo Natalia, tengo 20 años, mi madre me dijo que estaba este blog para expresarte como te sientes ahora mismo y me gusto la idea. Quiero haceros participes de mis emociones en este momento, espero q os guste. 

Nunca antes me habia pasado esto, desde hace dias noto que me falta algo dentro de mi corazón, y no puedo hacer nada para llenarlo, necesito abrazos, besos de las personas más importantes de mi vida, mis iaios, mi tía Lore, mi tío Isi, mis primitos  Rubén (yee Rubén) que desde que es mayor de edad no lo he visto e Iván, mi tomaqueta, (la iaia no me deja llamarle así, jejee) e ir a su casa cenar tortilla de patatas, ver una peli y quedarme a dormir, a la Moñete (La Yola) de la familia, a mi gemelita Lulu también a primita Lauri, mi prima Ana que se hace mayor y no podemos disfrutarla de bebé, mi tío Salva y a Inma. 

Siempre he sabido que los quería un montón, pero ahora veo lo necesario que es mi día a día con ellos.
El día que podamos vernos, sinceramente desde el corazón, será el más feliz de mi vida, poder volver a estar todos unidos y tener contacto físico, que tanto necesitamos, hacernos mil fotos. No sé, me noto vacía, vacía de no sentir a los míos, gracias a Dios estamos todos bien, y que siga siendo así, pero es muy duro el no poder abrazarlos.
El otro día fue el 80 cumpleaños de mi iaio y me duele no poder celebrarlo como toca, ya que este verano estuvo al borde de la muerte, gracias a dios que no se fue, no sé qué haría sin él. Si él se va, mi iaia se va detrás, y si se van ellos, yo me voy detrás. La alegría de mi vida es mi familia y si no estamos todos, no es lo mismo, menos mal que estamos todos sanos y salvos. 
Como fue su cumple, mi tío le hizo un video precioso que expresa muchos sentimientos, de nostalgia, de alegría, de tristeza… Por la tarde fuimos a cantarle mi tía Lore, mi tío Salva, mi madre y yo. Ellos estaban asomados en la ventanas y nosotros bajo cantándoles. Cuando nos fuimos, me sentí vacía, de verlos y no poder tocarlos. Nosotros íbamos con mascarillas y nos  mirábamos y las miradas pedían a gritos abrazos que no podíamos darnos. Volviendo a casa sentí una sensación muy extraña, como si algo de mí aún estuviera en el último día que comimos todos. 
¡Qué felices éramos sin saber lo que venía!

Natalia





41.



Preocupación, siento preocupación.... Aunque mi mente intente evadirse y pensar, en que no pasará nada... Y sí, está pasando.... Empezó la alarma cuando en China empezó a morirse mogollón de gente... Y siempre piensas que China está lejos y aquí no va a llegar.... Y en un abrir y cerrar de ojos, llega. 

Sigo al pie del cañón en mi trabajo, siendo lo más positiva posible. Intentando incluso evadir a los compañeros del miedo que tenemos metido en el cuerpo. Unas risas, unas charlas... En fin, todo lo posible para mantenernos en pie. 


Gracias que sigo trabajando, aunque con mucho miedo, miedo ya no sólo por mí, si no por los míos: mi marido y, sobre todo, mi pequeña de 5 años.


Mi marido, en el paro hasta nuevo aviso, y menos mal que es paro y no erte, si no, no cobraría.... Como muchísima gente. Y mi pequeña.... A veces no la entiendo y luego pienso en que igual he sido y soy demasiado dura.

Lleva más de un mes sin jugar con otros niños, sin ver a nadie que no seamos su padre o yo (aunque, a veces, hace videollamadas). Me pongo en su piel.... Y qué ha pasado? Qué locura es ésta? 


Preocupación es lo que siento sobre el pasotismo del centro escolar hacia este grupo de niños... Y habrá gente que no me entienda, pero si mi hija al año que viene pasa a primaria, debería de tener unas mínimas bases.... Y no, no las tiene porque desde el centro no se nos manda ningún tipo de deber, o pautas, o rutinas... Simplemente recomendaciones... Y no, no me parece bien.





Por otro lado, soy yo la única que sale a trabajar, comprar etc... Y pienso... Y si me contagio? Y si sin querer me contagio? Y lo que es peor, y si contagio a mi hija? Mi marido? Yo no tengo miedo de salir siempre y cuando me siga cuidando, no me da miedo ir a trabajar... Lo que me da miedo es contagiar a mi familia. Miedo es lo que siento cuando llego de trabajar y mi hija me quiere abrazar y le tengo que decir: "espera... que voy a lavarme o no me beses, por si las moscas"... Cómo hacemos entender esto a una niña de 5 años? 


Quiere ver a sus abuelos, tocarlos y jugar... Cómo le explico que no es posible? Bien cierto es, que pocas veces se comporta inadecuadamente, para lo pequeña que es. Le expliqué que no se podía salir, por culpa del maldito bicho, y aunque a veces no lo lleve del todo bien... es toda una campeona. 


Y sus amigos del cole? Quiere ir a un parque, jugar, correr, pelear con sus amigos... Tiene ganas de vivir, y que ahora lamentablemente no lo hace. 


Este bicho, a los pequeños, les ha quitado la vida. Porque los adultos aún somos más conscientes de la situación y el que no trabaja, siempre tiene algo que hacer por casa... Pero ¿y los niños? Han dejado de correr, han dejado de sentirse libres... 


Estos días o mejor dicho, estos larguísimos días, dan mucho que pensar. Hay gente que ni siquiera pienso en ellos. Gente que creía que eran imprescindibles en mi vida, me he dado cuenta que no lo son. Ni siquiera pienso en ellos...


Luego hay gente que creías no necesitar y son los que realmente sientes ganas de abrazar... Este maldito bicho, me abre los ojos para saber realmente quién sí y quién no. 


Pero, lo que más me sorprende es que estos días a las personas que más tengo presentes son aquellas que ya no están. El motivo no lo sé, pero pensar en ellos me reconforta e incluso pienso en lo duro que sería si estuvieran aquí y no pudiese abrazarlos.... 


En fin, este encierro involuntario sirve para mucho más que para salvaguardar la salud. Sirve para abrir los ojos y pensar lo que realmente nos hace feliz y vivir.... 





Un saludo.




Reiyel




42.



Cuando comenzó el confinamiento fue algo muy raro para mí, como si no estuviese pasando, y lo estoy viviendo como si estuviese en una pequeña burbuja de luz dorada, donde nada ni nadie puede dañarnos ni a mis hijos ni a mí.





Cada día, un nuevo comienzo, una página en blanco, un lienzo para pintar... ¿Qué haremos hoy? Las primeras semanas fueron maravillosas, pues no tenían deberes y mis peques y yo lo pasábamos genial dibujando, jugando, disfrazándonos y grabándonos... Pero desde hace ya tiempo que tienen deberes y con ellos, más mi trabajo, pues poco tiempo libre me queda. Pero seguimos estando bien, pues somos bastante hogareños, aunque echamos en falta los largos paseos cerca del río, y el poder abrazar al resto de mi gran familia, con la que cuento, esto me ha hecho estar tranquila y confiada aún siendo malos tiempos. Intento no verlo así, me rindo e intento disfrutar de este período de introspección.
Desde el principio del encierro, a las 20 horas salimos a aplaudir a nuestro pequeño balcón cerrado, los primeros días lloraba, no podía evitar la emoción de notar ese calor de nuestra sociedad, ese apoyo. Y enfrente de nuestra finca vi a un antiguo profesor mío de filosofía del instituto, sigue prácticamente igual, alto y delgado, era sarcástico, un poco cabroncete, pero me caía bien, me gustaban sus clases. Al verlo,  Platón volvió a mí, con su mito de la caverna, inevitable pensar que la actual sociedad es un grupo de prisioneros que creen y observan las sombras que otros proyectan, que creen lo que otros quieren que crean, qué será cierto y qué no…
Y yo sigo en mi caverna, mi hogar, mi castillo, intentando mantenernos en positividad, sembrando en mis hijos la idea de un mundo sensible, hablando con ellos de esta realidad, cierta o no, del sentido de la vida, el que nosotros le demos, y lo más importante de llenarla de Amor en todo lo que hagamos.

Quiero creer que todo pasa por algo, y para mí esto ha pasado para hacernos parar y serenarnos, escucharnos a nosotros mismos, reencontrarnos y amarnos.

Me despido con una frase que me gusta mucho, también de Platón :

“La libertad consiste en
ser dueños de la propia vida “


P.D.76


43.

Hola, no sé ni cómo empezar, estoy pasando en el campo el confinamiento y la verdad es  que me considero una privilegiada, pues cuando veo las noticias o lo que me cuentan la  familia o amigos de lo que está pasando en Madrid, se te cae el mundo al suelo.
Estos días te das cuenta de muchísimas cosas, entre otras me acuerdo mucho de la gente mayor en las residencias, en la soledad de sus casas, etc. y menos mal que hay mucha solidaridad de cuidadores, vecinos, etc.
Pero, dónde están los hijos?
Ya sé que habrá muchas personas que no tenían más remedio que tener a sus padres en una residencia por diferentes motivos.
Pero, me hago una pregunta: cuando empezó todo esto, antes de tantas muertes, por qué muchos hijos no se llevaron a sus padres a su casa, puesto que la gente estaba tele trabajando  y, de esta forma, cuidar de quien te ha cuidado toda su vida.
Sé de lo que hablo porque conozco gente que trabaja en residencias, algunos ancianos es verdad que ya estaban enfermos, no ya del Covid 19, y necesitan asistencia especial, pero hay muchos pobres -y no tan pobres- sobre todo, en el que sus hijos por egoísmo u otras razones los abandonaron en la residencia y, a veces, ni iban a verlos.
Todo esto y mucho más me lleva a pensar que algo estamos haciendo mal con nuestros padres, sobre todo cuando la mayoría de ellos hubieran dado su vida por nosotros.
No sé, me da mucha pena, pues están ya de por sí muy solos y a veces deberíamos pensar un poco más en los demás.
Yo ya no tengo padres, pero desde luego, justo en este momento no los hubiera dejado solos.
Sé que es difícil, pero si todo esto nos lleva a que nos remueva algo por dentro, algo habremos conseguido.
Por cierto, este es un problema que no viene de ahora, está pasando desde hace mucho tiempo.
No hay más que darse una vuelta por una gran ciudad, en mi caso Madrid y ver la cantidad de gente mayor que está muy muy sola.
Espero que seamos un poquito mejores y empezar a cuidar a quien nos cuidó toda su vida.

María

44.

Hola
Soy Loli (secretaria de Antonio Giner).
Voy a contarte mi experiencia en estos días tan complicados, extraños y diferentes que nos ha tocado vivir.
Empezamos a escuchar este problema en Febrero y tanto mis compañeros de trabajo como yo estábamos muy preocupados, ya que trabajamos cara al público con clientes y proveedores descargando género que venían en camiones que atravesaban toda Europa. Así, estuvimos mes y medio más o menos, preocupados en llegar a casa y poder contagiar a nuestros familiares.
El 20 de Marzo mi jefe decidió hacer el ERTE y nos fuimos a casa. Bueno, yo no me quede en mi casa. Me he tenido que quedar en casa de mis padres y dejar a mi pareja solo (aunque hablamos todos los días por teléfono y nos vemos una o dos veces a la semana ya que nos trae la compra) sé que para él está siendo muy difícil, pero entiende mi situación y sabe que tengo que estar con mis padres (mi padre es dependiente y mi madre ya no puede sola).
Pues bien, el día a día con mis padres es normal y no lo llevamos tan mal (creo que discuto menos con ellos que con mi pareja... jejejejejeje). 
Me levanto sobre las 8h, le doy el desayuno a mi padre. A las 9h hago ejercicio con mi madre, algunas veces, y luego desayunamos. A las 10.30 levantamos a mi padre. Le intento hacer ejercicios, unas veces lo consigo y otras no. Hacemos mi madre y yo las tareas de hogar y la comida.... una pequeña siesta y ya se nos hace la hora de merendar. Por la tarde hacemos algo más de ejercicios o jugamos a las cartas. 
A las 20h no faltamos para aplaudir y hablar con los vecinos.
Cenamos, un poco de Tv y a dormir !!!
Así llevo más de un mes... y tengo que ser sincera que se me ha pasado volando. Mi cuerpo y mi mente necesitaban ese descanso. Mi día a día antes de este maldito virus era muy estresante y durante este confinamiento he podido descansar y hacer cosas que ya tenía olvidadas, como poder leer un libro y disfrutar de él ¡¡Cómo lo he disfrutado!! Me levantaba temprano para poder leer ya que me tenía enganchadísima.
Otra cosa que he podido hacer es escuchar la radio ¿Qué simple, verdad? Pues desde hace por lo menos 8 o 10 años que no he podido escuchar un buen programa de radio... y ahora, lo estoy haciendo. Escuchar música siempre lo hago, pero un programa de entrevistas, llamadas de oyentes y coloquios... no podía.
En fin, la situación ya se va normalizando y pronto volveremos a nuestra vida, no será como antes... pero como nos dicen "esto pasará".

Saludos.

Loli

45.

Mi confinamiento ha supuesto dos pruebas para mi. La primera prueba es que, siendo una persona enérgica, activa y extrovertida, se me enfrenta a aplacar esas características de mí.
La segunda es que, viendo el panorama que se avecinaba, mis dos mejores amigos se vinieron a vivir conmigo el primer día de confinamiento.
Lo dicho, dos pruebas: el confinamiento y la convivencia.
Al principio fue una pesadilla, estaba nerviosos y no me llevaba bien con mis amigos con los que convivía.
Estaba susceptible, no entendía nada y me preguntaba cómo iba a soportar esta situación antinatural.

Eso fueron las dos primeras semanas. Luego me adapté. 

Mantuve mis rutinas virtualmente, rutinas que me ayudan a nutrirme como son ejercicio y teatro de improvisación.

Me flipó la manera de adaptar las metodologías los profesionales y cómo se podía mantener mucho de lo que nos unía cuando nos veíamos físicamente. 

Mantener rutinas y la valentía de querer sacar de todo esto algo positivo, me ha movido a algo como un click en la cabeza. 

Estoy leyendo más que antes, hago ejercicio de escritura, no tengo estrés, me río mucho y, sobre todo, mi nivel de autoconocimiento es impresionante. 

Esto me enfrentó a mis demonios y no podía huir, estaba con ellos 24 horas, 7 días a la semana. Y eso me obligó a mover ficha, a meter algunos ángeles entre ellos y sanar heridas, harto tiempo abiertas. 

Y la convivencia, ya no es que solo vaya bien, es que mis amigos me hacen mejor. Me obligan a salir del egocentrismo en el que me había metido y disfrutar la vida desde el compartir y fluir. Con ellos es imposible controlar nada :)

Así que, animo a todos a aprovechar para mirarse y mimarse por dentro, a uno mismo y a los demás. 

Este tiempo en pausa es un regalo para nuestras almas hambrientas de relaciones de calidad (y no tanta cantidad).


Alejandro M.

46.

Para mí la cuarentena ha sido agridulce. Al principio fue bastante duro. 
Nos tuvimos que acostumbrar a estar 24h juntos, con horarios dispares y una hija de 2 años. Nuestras diferencias afloraron sin dificultad -aún a día de hoy nos cuesta resolverlas- estuve durante una semana y media bastante fastidiada, tomara lo que tomara no me hacía efecto. 
Lo más duro fue el no poder descansar, el agotamiento físico, el malestar... solo quería estar tranquila para poder dormir. Cualquier mínimo esfuerzo me quitaba el aliento. Esperé durante días la llamada del médico. Nunca tuvo lugar. Decidí ir al ambulatorio cuando mi hija empezó con tos seca, por suerte solo le duró dos días. Solo pudieron decirme que mientras no me ahogara -literalmente, yo o mi hija- no podían hacer nada. En ese caso tendría que acudir a urgencias o al ambulatorio. 
La incertidumbre de cuánto debes ahogarte para que te atiendan fue dura o si desembocaría en una faringitis o algo así. Me dijeron que seguramente seria Covid-19 por los síntomas que presentaba, pero que no tenían test para hacer.
Ahora estamos bien pero hubo días malos -no lo voy a negar- pero por fortuna hemos conseguido darle la vuelta y nos está sirviendo para crecer como pareja y familia. Estamos disfrutando como enanos de pasar tiempo con nuestra hija. Antes podíamos estar juntos solo los fines de semana -que pasaban volando- pero aún así las rutinas y la aceleración de vida que teníamos entre semana llegábamos cansados. De alguna manera sentía que nos perdíamos cosas y echaba de menos a mi pareja. 
Nos hemos dado cuenta de lo rápido que está creciendo nuestra pequeña, aún seguíamos viéndola como un bebé pero nada más lejos de la realidad. Cada semana que pasa hay un cambio brutal en ella, es lista, espabilada, graciosa, quiere divertirse, aprender, jugar y sobre todo disfrutar con sus padres.  Nos está dando una lección de lo bien que está llevando el encierro. Apenas necesita nada solo atención y juegos. Solo por ella merece la pena esta pausa y sumando que la familia está ganando unidad y amor estamos contentos.
A parte de esto, he retomado el ejercicio. Antes me encantaba ir al gimnasio pero desde que nació mi hija -por falta de tiempo- lo dejé apartado. Me siento genial y con ganas de recuperar mi estado físico de antes. Mi chico se ha animado a dejar de fumar y lo lleva mejor de lo que esperábamos. También nos ha influido en las comidas. Ahora que tenemos tiempo hemos cambiado los menús que solíamos hacer en casa. La comida era una asignatura pendiente que se me hacía cuesta arriba. Con los nuevas recetas voy pillando el truco a la cocina y me encanta. 
La peludita también lo nota. Tenemos una perra de 3 años. La pobre cuando llego la niña quedó en un segundo plano. Pasó de cachorra a perra adulta y a pasar más tiempo sola. Le encanta formar parte de la familia y jugar con todos. Está mucho más cariñosa. Mi hija, la verdad, que anda detrás de ella haciéndole perrerías a la pobre y se deja hacer de todo con tal de contentar. 
Lo malo de todo esto es que nuestros ingresos se han reducido bastante, mi sector está bastante afectado. Trabajaba en un centro de formación y no sé cuándo podré reincorporarme. Mi marido -al reducir la actividad- cobrará lo mínimo. Así, que tendremos unos meses malos por delante, justo ahora que nos estábamos recuperando de mi parón para cuidar a nuestra hija. 
Pero intento pensar en positivo. Al menos tenemos salud, nos encontramos bien y de alguna manera sé que saldremos adelante y nos recuperaremos de esto.

Estrella

47.

¿Mi Confinamiento?





Empezó como si fuera un juego, una suerte de irrealidad de la que yo no formaba parte. Me divertía mucho leer memes sobre la situación (¡qué fantásticos el ingenio y el humor para burlar algunas situaciones!) y tratar de hacer videollamadas con amigas, con poco éxito, demasiados niños se amontonaban a mi alrededor para mirar y cogerme el móvil.





Supongo que prefería creer que no era para tanto y que no iba conmigo. Una gran estrategia, negarlo, salvo porque antes o después uno descubre que lo que ocurre es real y hay que afrontarlo.





De manera que, sobre la tercera semana de confinamiento, no soy particularmente rápida procesando información, decido aceptar la magnitud del problema.

Bien, ahora resulta que tengo por delante un sinfín de semanas confinada con la siguiente situación: vivo en un piso modesto, sin terraza, con mi pareja (no pasamos por nuestro mejor momento) y tres niños menores de seis años, la persona que venía a echarnos una mano con la casa ha decidido no volver por miedo al contagio, tengo que teletrabajar y rendir al nivel de siempre (¿al mismo nivel? así es, no hay tregua ni signos de empatía por ninguna parte, parece que el sistema productivo no puede permitírselo).¿Qué más le puedo pedir a mi “encierro” involuntario? En este punto me vengo abajo.





Lo cierto es que podría ser peor, podríamos habernos contagiado, podríamos tener algún familiar enfermo y otras tantas situaciones que afortunadamente no vivimos. Como dice un escritor al que adoro profundamente (adoro sus textos, no le conozco ¡ya me gustaría!) “Ante la duda, no todo va mal”. Empieza mi remontada.





Decido que, aunque mi actividad diaria (doméstica y laboral) es inevitablemente elevada, sólo tengo que abrir un poco los ojos y ver todo lo bueno que hay cerca y los privilegios de que disfruto, siempre hay cosas buenas, solo hay que mirar.





Por supuesto, mis niños, tres soles, los más buenos, los más listos, los más graciosos… (hablo desde la evidente “objetividad materna”). Los más pequeños han aprendido a decir “te quiero mami” (¿o lo decían ya de antes? quizá era yo quien no les prestaba la atención necesaria). ¡Lo dicen con tanto amor! Sin duda, los niños, otros héroes en toda esta historia. ¡Qué capacidad de adaptarse sin perder la sonrisa!





Otro de mis momentos favoritos, mi esperado oasis al final del día, leer un buen libro, seis o siete páginas, no mucho más, antes de caer dormida, suficiente para alimentar mi cabecita y esperar con ilusión a la próxima ocasión.





En medio de todo esto, cómo no pensar en ellos, en quienes hacen posible que todo siga funcionando. En estos días, me encanta ir a la compra o a la farmacia (sólo cuando es necesario, claro está) y disfrutar de un agradable intercambio de impresiones con los trabajadores de estos establecimientos. Uno de los momentos que atesoro con cariño ocurrió un día en el supermercado. Me crucé con uno de los trabajadores, nos conocemos hace ya tiempo, y después de un rutinario aunque genuino “¿Cómo va todo?” Me respondió con derrochadora simpatía “Aquí, un día más en el paraíso”







Las ocho de la tarde es también un gran momento para mí. Reconocer el trabajo de los sanitarios me parece precioso. Al principio, no podía reprimir el lagrimeo por el unánime y emocionado aplauso del vecindario (lágrimas de las que dejan un poso dulce y alegre). 

Con la policía hemos vivido una anécdota muy emocionante. Fue el día del cumpleaños de mi hijo mayor. Una amiga me había contado que en algunos municipios de las afueras, desde que se decretó el estado de alarma, la policía local estaba yendo, de manera voluntaria, a felicitar a los chavales el día de su cumpleaños para animarles un poco con la canción “Cumpleaños Feliz” a través de sus megáfonos. Así que lo intentamos con nuestra policía local. Y lo conseguimos. Vinieron pese a sus muchos quehaceres. Mi hijo no lo olvidará nunca. Gracias de nuevo. Vuelvo a emocionarme al recordarlo.

Hay quienes opinan que todo cambiará después de esto, que el sistema está agotado, no falta quienes defienden una posición más bien opuesta, que nada cambiará esencialmente, o que se necesitará mucho tiempo para que esto ocurra, quizá suceda algo a mitad de camino entre ambas posturas, quien sabe. Después de observar tanta ejemplaridad de cerca, a mí me fascina pensar que lo que no ha cambiado ni cambiará nunca es la grandeza del ser humano.

Agradecida

48.


Sexta semana de cuarentena. A lo largo de tantos días he tenido tiempo para experimentar todo tipo de emociones. Pese a que el mundo parece haberse reducido a unas cuantas paredes, hay pensamientos y sensaciones a los que la falta de espacio parece haberles engordado o azuzado. Por ejemplo, la ansiedad o el miedo.
Según avanzaban los días, he ido apreciando cada vez más la idea de poner orden aunque sea un pequeño rincón del piso. Hacer la cama se ha convertido en una metáfora de arreglar un poco el mundo. Colocar almohadas, sábanas y manta en su sitio, y con cierto sentido estético, frente a la incertidumbre de lo que nos rodea.
Tener y subrayar la sensación de que siempre cabe hacer algo. Incluso dar un paso más: cabe la posibilidad de seguir descubriendo. Una noche cené sentada al lado de una ventana distinta. Distinta a la ventana donde suelo desayunar. Explorar nuevos lugares y vistas hasta en un piso de treinta metros cuadrados.
También me he sentado conmigo, a ver qué tenía por dentro. Resulta que sigo bailando en el salón como hace veinticinco años. Iba a decir con las mismas ganas pero son ganas nuevas. Con objetivos nuevos. Con nuevas ideas. Y he vuelto a estudiar. A seguir trabajando con el movimiento y con mi cuerpo.
Por dentro también había miedos y pensamientos no tan creativos, como decía. Lo he pasado mal, sobre todo por la noche. Pero ha merecido la pena tener y dedicar tiempo a diseccionar poco a poco todos esos pensamientos y sensaciones que venían de lejos. Seguir poniendo en orden. Aunque a veces aún se rebelan.
Al final, la falta de espacio ha estrechado mi relación con objetos cotidianos, rincones y rituales. También ha sido el momento de seguir estrechando, una vez más, la relación conmigo y lo que me pasa, lo que realmente quiero. Incluso en apenas treinta metros cuadrados, sin balcón, ni terraza, puedo hacer, descubrir, moverme, crear. 
Es curioso porque antes de la cuarentena fantaseaba con unos días de parón para descansar e invertir tiempo en mí. 










Deseo concedido.








María




49.







El día antes de la declaración oficial del estado de alarma me planteé seriamente abandonar mi piso de Madrid, y largarme a una casa de campo en Guadalajara.  Sin embargo, me quede en Madrid. Quizás por miedo a estar ya contagiada, y ante la duda de sí podría ser atendida en el Hospital de  Guadalajara, o tal vez por deber, convicción y ética… Como siempre mi lucha entre el que quiero hacer y que debo hacer... El caso es, que aquí me quedé en el epicentro de la pandemia... después baje al Super, arrasé con los pocos víveres que quedaban, sobre todo con tila y valeriana y empecé mi confinamiento.

Apenas sí la he necesitado la valeriana, porque me marqué como objetivo durante este encierro hacer todos los días alguna cosa que me haga sentir bien, para tener una recompensa que me provocara felicidad y así me hiciera llevar mejor la falta de libertad… Y así lo he ido haciendo durante toda la cuarentena.

El primer fin de semana busqué un sitio para instalar mi despacho y recogí al máximo la casa para que estuviera ordenada, preestablecí el criterio de que si no iba a poder salir tenía que intentar sentirme a gusto allí… Mi casa no iba ser mi cárcel, sino un sitio acogedor donde iba a vivir esta experiencia. He conseguido tener la casa más recogida y limpia de lo habitual: ventilando con más frecuencia, perfumando las estancias, poniendo música y luces auxiliares etc...  y todo eso me hace sentir bien...






Me organicé entre semana, aparte de tele trabajar que me ocupa parte de mi tiempo y me ayuda a tener la mente ocupada, me he puesto rutinas como:



No pasarme el día en pijama, para mi vestirme y arreglarme es una cosa que me gusta y pasar por un espejo y verme mona me genera bienestar.
Leer todos los días libros que me gustan, novelas fundamentalmente, la lectura me permite trasportarme a otros mundos e imaginar…  Eso sí solo leo lo que me engancha y gusta…nada de esforzarme en leer cosas transcendentales.
Veo  Series o Películas casi todos los días, con el mismo criterio que la lectura… Nada trascendental ni melodramático, cosas que me gustan como pelis antiguas de Woody Allen, aunque ya las haya visto. Eso da pie a recomendar pelis a amigos y luego las comentamos...  
También hago cosas que, si bien no me apasionan, todo el mundo recomienda hacer en estos momentos como comer sano de lunes a viernes, o hacer ½ hora de deporte todos los días… No me gusta hacer deporte, pero ahora me obligo a hacerlo de lunes a viernes con mi chico... y siguiendo a una youtuber... Me río... Y dicen que eso hace sentir bien… Así que pongo de mi parte y lo hago.
En los malos ratos, trato rápidamente de hablar con mi gente!! Estoy hablando con mucha gente que hacía tiempo q no hablaba. Gente que no es del día a día, pero gente que es muy importante para mí. Me encanta y me hace desconectar, porque a esa gente no le vas a contar que estas rayada por estar encerrada, tengo amigos muy diversos: hay médicos, enfermeros, militares, gente del comercio, padres... Al contrario, quieres saber lo importante: que están bien, que sus familias también lo están.  Sí no es así y algo no va bien, pues nos escuchamos, tratamos de animarnos, y no nos dejamos caer en la soledad, que es la otra gran pandemia que está dejando el encierro.
Los Fines para  hacer un cambio de rutina y sentir que es hago diferentes al resto de la semana, no hago nada de deporte y cocino cosas que no sé pondrían en ninguna dieta. Hago video conferencias y tomo el aperitivo con los amigos o familia… a veces entre semana también surge algún “scape con amigos”… e intento no perderme ni uno… son como las cañas casuales de entre semana.
Después de 41 días pienso que, en mi caso, poco importa donde estés pasando la cuarentena, porque todos los sitios tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Y todo depende más de uno mismo, que de las circunstancias que nos rodean. Yo sigo siendo la misma persona que antes de la Pandemia, con los mismos defectos y las mismas virtudes, y con una lucha para encontrar mi equilibrio. 
Sigo teniendo los mismos enemigos: el miedo y la incertidumbre que se transforman en ansiedad: A salir a comprar y contagiarme… A qué pasará con mi trabajo después del encierro..  A que cocino con mucha dedicación y la comida a veces no está rica.. 
Y aquí estoy luchando contra esto, y cortando esos pensamientos negativos, haciendo un gran esfuerzo, por no enfadarme, porque creo que nunca había pasado tantas horas con mi chico y surgen roces, porque no se ha desinfectado bien la comida o los zapatos.. Pero ahora decido que eso no es importante..  prefiero no enfadarme y así no estar enfadada.. Se dice.. y se pasa a otro tema que me haga el confinamiento mas Bello. 

Cristina



50.



Esther



51.





Buenas noches! 

Me llamo Cristina, he vivido esta situación extraordinaria desde primera línea de fuego como enfermera de UCI y como infectada de Covid, convaleciente en mi domicilio, bastante fastidiada, sin gravedad y ya recuperada. La verdad que desde el principio he vivido esto con buen talante, ánimo y positivismo a pesar de la magnitud y preocupación del mismo. 



Desde el punto de vista de enfermera ha sido una carga asistencial y sobre todo emocional indescriptible, te vas dando cuenta cuando transcurre el tiempo. Nunca me he sentido heroína, sencillamente orgullosa aún más si cabe de ser enfermera, no recuerdo querer haber sido otra cosa en mi vida. Disfruto con ello y me hace feliz el simple hecho de ir a trabajar. Un privilegio y regalo de la vida.

Esta situación no solo nos ha expuesto a un riesgo importante para la salud que es indiscutible. Sino que Ha puesto a prueba las relaciones humanas en el trabajo, tensionadas hasta límites que nunca imagine. Siempre fuimos un grupo muy homogéneo entre todos los estamentos, pero lo siento y noto unas relaciones debilitadas dentro del equipo y eso me produce mucha pena, porque al final nos enfrentamos como grupo a una situación dura cada día. Esto será fruto del desgaste que todo esto produce, imagino que recuperable. También he de decir que desde el minuto uno hemos intentado darlo todo y trabajar en equipo. Creo que lo define muy bien decir que este tiempo todo es muy intenso, lo malo y lo bueno. Se vive magnificado pero creo que, a pesar de todo lo triste, nos quedamos con lo bueno. 

Siempre se han intentado humanizar las pérdidas, las estancias de los enfermos... etc... y no se ha escatimado en recursos. Saber que eres la conexión de los pacientes con el mundo, con la realidad, es una vivencia extraordinaria.

Soy de las que pienso que esto no nos convertirá en una sociedad diferente, tal vez más agradecidos a un gremio poco valorado muchas veces.

La gente cambiará de forma individual en función de su experiencia vivida y sufrida.

He visto que la gente que es generosa, compañera, empática, amable... en estos momentos lo ha sido aún más. Los egoístas, también lo han sido más... esto no cambia a uno. Uno cambia si quiere, no solo por las experiencias, sino por las conclusiones que saque de la adversidad.

Y un día me encontré enferma metida en mi cama, en mi habitación 15 días... y que tocaba, que me cuidaran, algo a lo que yo por personalidad, profesión... no estaba acostumbrada. Pero sí me encontraba francamente mal, me relajé y me dejé llevar, cuidar y mimar... durante el tiempo de aislamiento y recuperación. 
Contenta por estar bien, y sobre todo por todo el cariño recibido de compañeros, familia, amigos, vecinos.... es imprescindible, porque el amor es una medicina que cura y cura de verdad. 
Amor recibido, dado, compartido... lo demás, pues las medicinas los médicos y mi buena disposición... Aún me queda incorporarme y realmente no puedo ni sé como me afectará. A priori, yo voy con ánimo buen talante y alegría. Porque, aunque suene algo raro ahora, incluso en esta situación hostil yo he sacado algo bueno, muchas horas en una habitación sola dan para pensar mucho. 
Lo mejor el cariño de la gente, de verdad, de corazón. Solo deseo que sea cuál sea la situación que viváis, la llevéis lo mejor posible. 
Con cariño, paz y agradecimiento. 
Gracias. 

Cristina 

52.



Desde la ventana


Mi vida ha cambiado profundamente desde que se decretó el estado de alerta. Hasta ese momento, era genuina y auténtica. Siempre he sido sociable pero la vida me ha recluido y tengo una interacción limitada que varía según sea mi ubicación. Más bien, me considero solitario. Me gusta estar a mi rollo. Soy adoptado y, desde pequeño, cohabito en este hogar donde comparto espacio con dos personas más.
Nos llevamos bien. Cada quién hace su vida y no nos incordiamos, ni en exceso ni de forma constante. Yo diría que la convivencia es aceptable, incluso bastante afectiva, más de lo que realmente necesito. 
Como cada uno de nosotros tiene su propia personalidad, los tiempos de interacción son variables, coincidiendo poco, excepto el fin de semana, que suele ser intenso.
Así me monté la vida, con lo esencial. Tengo un poco de mal genio, a veces, y me gusta que me incordien un poco, lo justo para no dejar de jugar y corretear. Pero todo tiene su límite y este encierro me está llevando al confín de mi paciencia.
Siempre me han gustado las alturas desde donde observo con atención mi alrededor. Me gustan mi ventana -la que da al patio de la urbanización- y mi biblioteca del salón.
Desde que este estadio temporal de confinamiento se hizo efectivo, mi paz se ha reducido. Inicialmente, no entendía cómo ese primer fin de semana se hacía tan largo. 
A mí me da igual el tiempo, aunque miraba girar las manillas del reloj y mi cálculo horario era confuso.
¿Por qué no se van estos ya? ¿Qué esta pasando en esta casa? ¿A qué se debe esta comuna constante sin saber cuándo se va a dar fin? ¿Qué está pasando para que se acepten cambios de rutinas tan dispares? Este tipo de pensamientos afloraban a mi mente sin cesar. 
Desde mis puntos estratégicos, oteo. Lo que antes era mi territorio en el que campaba a mis anchas, está asediado. Reunión tras reunión. Un montón de voces de personas que no veo ni huelo. Día tras día. Me frustra que vengan a alterar mi calma interior. ¿No se dan cuenta? ¿Quiénes son esas voces que penetran mis tímpanos?¿Cuando piensan parar esta irrupción? ¿Me estoy obsesionando con sus vidas? Lo que se inició con cierta curiosidad y alegría, por no estar tan solo, me sobrecarga.
Muchas cosas que ocurren, me sorprenden. Antes del anochecer, un ensordecedor tumulto estalla al otro lado de la ventana. Todos los días a la misma hora. No entiendo qué pasa y miro atónito la cantidad de vecinos que bailan -arrítmicos- al son de cualquier música que tenga la capacidad de romper los tímpanos y que -cada día- aumente en decibelios, presuponiendo una constante tolerancia auditiva del resto de residentes, a tenor del dudoso gusto musical del líder del descompasado grupo comunitario.
Tengo que aceptar que como a diario, pero ya antes era mi derecho. ¿Por qué ahora se ha convertido en algo que tengo que agradecer? Estar vivo, se ha convertido en un regalo y llego a escuchar la misma noticia que mata a diario. Se incrementan las defunciones de forma alarmante y la vida es un riesgo por contagio. 
Es como si no fuese conmigo, pero hasta he llegado a temer contaminarme, rumiando ciertas ideas y extremando las medidas de seguridad. Sin salir de casa, protegiéndome mentalmente y analizando d forma concienzuda cada paso que evite propagar la infección.
Cuando estoy en el salón, quiero ver una peli y que se acaben las ininterrumpidas noticias escabrosas que escuchan estos, al final del día. Necesito arrumacos y compañía, ahora que están aquí conmigo, rompiendo esa presencia intermitente. Yo me adapto a su invasión espacio-temporal y ellos siguen ignorándome por largo tiempo, tan ocupados como están con sus portátiles cargados de aplicaciones varias. No se inmutan, ni contoneando mi culo por delante de sus narices. Es tremenda la situación. Y cuando me frustro, muerdo. ¿No ven que necesito atención? Mejor se fuesen a la oficina… Estoy harto de ver truncadas mis libertades y mi espacio vital. Solo me sale la agresividad y las ganas de que me dejen en paz. Reconozco que mi aislamiento no es la mejor opción en una convivencia... pero ¡que les den!
Envidio a muchos que veo paseando libres por la calle. En un cotilleo vecinal, ha llegado a mis oídos que muchos de los que veo pasar, son abandonados. Parece ser que un virus entró en sus casas, expulsándoles. Creo que tengo suerte que aquí no haya llegado. Por lo escuchado, es devastador. Me da miedo, pero cuando me abrazan, se me va (como la mayoría de los miedos irracionales que se curan con dosis de amor).
Estoy extenuado y sin fuerzas. Antes corría, saltaba, perseguía cualquier indicio de movimiento con mi mirada y ahora… Quiero salir de aquí. Quiero mi arrebatada libertad. Quiero recuperar cada uno de los derechos que tanto se tardaron en conseguir. Quiero volver a decidir y elegir mi vida. 
Y volver al mar... Ver el brillante azul de las olas y sentir la brisa libre correr por cada uno de los pelos de mi cuerpo y cerrar los ojos mientras se me erizan los bigotes olfateando el viento de levante, cual capitán de barco...

Firmado: Yo, el gato Hermes.


53.


Querida amiga, 





te escribí al comienzo del confinamiento para comentarte como me sentía y la verdad es que estaba muy agobiada, mi madre seguía con décimas, los teléfonos a los que había que llamar, nadie te contestaba, sin poder ir a un hospital, así que la verdad, es que con mucho miedo por lo que le pudiera pasar. Oyendo, leyendo preguntando y tomando paracetamol, se fueron pasando los días y pensaba “un día ganado” pero mi madre, seguía sin encontrarse bien, así que tras hablar con tres médicos de cabecera (ya que su doctora de referencia no estaba) cada uno recetando un medicamento u otro y sin mejoría.  Hasta que vino su médico de referencia y le recetó un antibiótico, con el que finalmente le desaparecieron las décimas (cuatro semanas de incertidumbre) Según su doctora ha sido coronavirus, pero leve. Añadido a esto, se le complicó con una hernia de hiato, que hasta que acertaron con el diagnóstico (ya que todo se hace telefónicamente) pues todo ha sido más complicado.
En medio de la enfermedad, el confinamiento y el teletrabajo, al que todos nos hemos tenido que ir adaptando, no, no lo hemos pasado bien, ella por unas razones y yo por otras.  He temido por ella, pero afortunadamente todo ha pasado y ahora las dos nos encontramos bien (lo malo también pasa).
Pienso también estos días, en todas esas personas que han fallecido y en sus familiares que no se han podido despedir de sus seres queridos como les hubiera gustado, ni estar cerca de ellos. Yo que he perdido a mi padre hace 5 meses, se lo duro que es y el no poder abrazar, besar y sentirte arropada por la gente que quieres, lo hace doblemente duro. 
Pero quería dejar atrás los malos momentos y escribirte para contarte  mi primer día de desconfinamiento. Ha sido, como describírtelo, como si nos preparáramos para  ir de excursión. Mi madre toda nerviosa, preguntando a cada rato, si “ya era la hora” Hemos cogido, sombrero, gorra, agua, mascarillas, crema solar y nos hemos ido a la calle tan contentas. Hemos disfrutado, del sol, la brisa, expandir la vista, más allá de los edificios de enfrente, ver la cantidad de hierba que había, el canto de los pájaros y sobre todo la sensación de libertad, que es lo más maravilloso que puede haber. Cuando hemos vuelto a casa, ésta me parecía hasta diferente.
Es increíble cómo cambian nuestras vidas en tan poco tiempo, no somos nadie… Esto nos tendría que servir para darnos cuenta, que la vida es muy efímera, que no merece la pena enfadarse ni estar enfadados con nadie, sino dar todo el amor que tengamos a nuestros seres queridos y sobre todo a los más cercanos, decirle a la gente que queremos “que la queremos” porque cada día cuenta y tiene que ser especial. Yo durante este tiempo, no he parado de decírselo a mi madre y mis amigos, por si acaso …
Creo que en esta vida, en la que estamos de paso lo más importante es el amor, los afectos, los abrazos, las palabras, los besos, los gestos de cariño. No dejemos para mañana lo que podamos dar hoy, porque a lo mejor mañana, es demasiado tarde.  
Ya nos queda menos para volver a otra normalidad, porque no creo que las cosas vayan a ser iguales, seguro que muchas van a cambiar, pero lo que no tiene que cambiar es que cada día intentemos dar lo mejor de nosotros mismos, por si no hay un mañana.
Nos veremos pronto y seguiremos disfrutando de las cosas maravillosas que tiene la vida, que para eso es VIDA y no la podemos desperdiciar.

Paz

54.

Pues bien... Llegados a este punto de confinamiento, uno se va dando cuenta que en realidad al gobierno español, le está viniendo grande todo el tema del Covid-19. No saben cómo tomar decisiones, tal vez por lo inusual de encontrarse en esta situación novedosa a nivel mundial. No hay normas previas que valgan y ante ese desconocimiento, pueden llegar a ser incongruentes. Se intenta adaptar unas recomendaciones que llegan a ser irracionales y faltas de coherencia e incomprensibles, en algunos casos y en otros, evidentemente, necesarias para un mínimo control de la proliferación del virus a escala nacional. A diario me sorprendo oyendo la cantidad de barbaridades que se dicen en las noticias, cambiantes, donde hoy te dicen una cosa y en doce horas, te modifican el panorama... 
FASE 0, FASE 1, FASE 2... Nos encontraremos en la TERCERA FASE...(je, je, je...).

Bares al 30% de su capacidad y lugares de culto al 50%... ¿Cómo? No pueden ir dos personas juntas en un coche a menos de un metro de distancia, ¿y la policía? Patrullan con un compañero al lado y yo ¿tengo que tener a mi mujer en el asiento de atrás y al lado opuesto del conductor? 

No!!! No saben tomar decisiones justas o mínimamente sensatas...

¿Cómo se entiende que se puede ir a surfear pero no a nadar? ¿Acaso el "Bicho" elige o tiene potestad para decidir a quién infecta por saltarse la norma de conducir en compañía, rezar o nadar? En fin… Demasiadas normas surrealistas e incongruentes, sin pies ni cabeza.
Cuando se habla de mantener la plantilla de sanitarios hasta diciembre, pienso... ¿Que ya se sabe que va a haber un "repunte" de infectados?
Se habla sobre el virus que a determinada temperatura no afectaría y prácticamente desaparecería y, después, dicen que para ir a la paya tienes que estar a dos metros de la gente y con aforo limitado. O sea, que también hay normas para ir a la playa... ¡es demencial! Este tipo de normativas, incoherentes e irracionales, hacen que acabemos siendo tratados como animales que son llevados al redil.
A pesar de las restricciones, tengo la gran suerte de estar con mi querida y amada esposa en casa... se tuvo que armar de valor y coraje y desplazarse de su lugar de trabajo habitual hasta su ciudad natal, para atender a sus progenitores, ya que están en edad de "peligro" y viven solos. Los veo felices y más si cabe cuando ven a su hija, aunque sea a distancia y sin poder abrazarla. Me enorgullece que tomase esa decisión aplastante de recorrer 350km y tenerla a 350mm de mí.
Hoy hemos desayunado juntos, como es habitual desde la segunda semana de confinamiento y la verdad es que no solemos hablar demasiado del tema del Covid-19. No es que nos despreocupe pero intentamos hacer vida normal. Hacemos comidas, postres, practicamos deporte, vemos pelis...Y todo en casa... ¡Yo estoy hecho un "cocinillas"! ¡Que se prepare Chicote después del confinamiento!
Volviendo al asunto y retomando el tema, las fases de desescalada se están volviendo un poco tediosas porque hay incertidumbre en la información, se desconoce qué provincias pueden pasar las normas decretadas para avanzar a la siguiente fase y, por lo que veo, la tendencia es a que esto vaya para largo. Ninguna provincia estará a salvo siempre que hayan contagios a diario, aunque solo sean cinco, y eso en las noticias se "evita" decirlo.
Pienso que hay intereses de diversa índole -económica, bélica, territorial, de mercado, farmacéutica, de control, energética...- que justamente y en ese momento histórico hayan parado el mundo y no antes, porque virus mortíferos han existido a lo largo de la historia y seguirán surgiendo nuevos. Por eso, creo que hay ese tipo de beneficios diversos para que esta pandemia siga siendo tema principal a nivel nacional y mundial donde poner la atención, sin saber lo que nos tienen preparado para cuando todo se asiente y volvamos a la "normalidad anormal" porque hay que tener claro que nuestras vidas no volverán a ser como antes.
Nada de ir cada uno por su lado y tener la libertad de decidir dónde ir...
Lo más curioso es la proliferación de la cantidad de aplicaciones emergentes que pueden indicarte la delimitación kilométrica desde tu casa hasta donde puedes desplazarte o aquellas que identifican personas asintomáticas o que hayan podido tener contacto con personas infectadas.. eh, eh... ¡que ya hay corona-detectives!
Vamos... que si aún no estábamos bastante investigados ahora -con la excusa de nuestra salud- sí que nos tienen pillados por las pelotas.
En fin, espero que estéis todos bien y un abrazo bien fuerte a no más de 350mm.

Vin


55.

Soy Ángel Muñoz, 
antes de que se declarase el estado de alarma covid 19, mi experiencia estaba siendo bastante dura. Jamás me había enfrentado a la soledad tan real como en este momento de mi vida.
Aún manteniendo contacto telefónico con familiares y amigos, sentir y aceptar que no eres perfecto, que cometes errores y aprender a vivir con ellos, es lo más difícil. 
Aún siendo agradecido por todas las vivencias y experiencias que he podido sumar hasta los 39 años de edad, actualmente. 
Siendo agradecido de vivir en España con nuestros derechos y obligaciones.
Desde el lado masculino existen muchas discrepancias con eso de quererse así mismo. A veces es  aceptar la realidad que nos toca vivir individualmente a cada ser humano, da igual sus estudios, educación o creencias religiosas.
Existen las leyes y están hechas por un buen motivo y por una buena razón. Por eso, y para dejar mi granito de arena, si sirve de algo el confinamiento que sea para hacer Justicia.
Por nuestras Virtudes y Defectos.

Atascado - La divina noche de Dante - Gebel, define completamente cómo me siento. Si tienes tiempo, puedes ver el video en YouTube. Así se sentirá medio planeta.

Dejo en palabras de Robert Frost todo un sentir.

Ángel Muñoz

El camino no elegido


Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.

Robert Frost

56.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Quieres dejar aquí tu opinión?

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...