Tantas veces has escuchado el "hay que crecer", "madura", "ya crecerás y lo entenderás"... que cuando llega el momento te das cuenta de lo que se complica una frase tan corta...
Y ¿por qué se complica tanto si sé que crecer también es perder?
Porque esta es la realidad y forma parte de la vida. Y vivir, a veces, implica morir un poco y otras, morir del todo.
Encajar una pérdida no solo se refiere a la desaparición de un ser querido, si no también, a un trabajo, un proyecto, a una relación, un sueño... y, es aquí, donde aparece el duelo. El proceso psicológico necesario para crecer cuando lo que quiero se escapa y, aún así, seguir viviendo.
Si te fijas en tu vida, te darás cuenta la cantidad de veces que has dicho adiós. Sería como pasar microduelos, en ocasiones diarios, sobre elecciones y renuncias que hacemos en lo cotidiano. Has dicho adiós a tus amigos de la infancia, del instituto, de la universidad, a tus padres, a tus perros, a tus abuelos, a tus parejas, a trabajos, a compañeros, a tus ilusiones...
Es nuestra realidad, nuestra cotidianidad. Una ley de vida la de separarnos en algún momento, en algún tramo vital, en algún recuerdo... Los vínculos no son siempre tan estables y los que lo son, irrremediablemente acabarán.