¡Hola a todos!
Hoy os dejo con una aportación de una persona que ha querido contar su experiencia psicoterapéutica a través de un cuento. También se adjuntará al apartado del blog: "Memorias de una psicoterapia".
¿Todavía no las has leído?
¿Todavía no las has leído?
Muchas gracias Micifuz por tu aportación creativa.
Seguro que os ayuda a reflexionar a muchos de vosotros sobre vuestros propios fantasmas.
¿Quieres comentar quiénes son tus propios fantasmas y cómo les diste caza? ¡Adelante!
El fantasma y la doncella
Esta historia comienza con una doncella en un castillo. Bueno, en
realidad es algo más moderno, se trata de una chica que vive en un pequeño piso
en una gran ciudad. Un día, un fantasma aparece para asustarla…
—Uuuuuuhhhhh…. uuuuuuhhhhh… —aulló
el fantasma.
—Hola fantasma. ¿Cómo estás? —dijo
con alegría la chica.
—¿Cómo?—dijo el fantasma sorprendido—.¿No
te asustas? Todo el mundo se asusta conmigo.
—¿Yo? ¡Si estoy encantada de que hayas venido! Hace tiempo que
quería que viniera alguien a mi casa. Pero siéntate, no seas tímido—dijo la doncella con una voz acogedora.
—La verdad es que es la primera vez que me pasa. Me he quedado
bastante sorprendido…Ahora mismo no sé ni cómo reaccionar—murmuró en fantasma.
—¿Tú también? ¿Tú también me rechazas? ¡Era lo que me faltaba!¡Que
huya de mi hasta un fantasma! Esto es horrible...¡¡Nadie me quiere!!—dijo
desconsoladamente la doncella.
—Espera. Yo solamente me he quedado sorprendido. Lo normal es que siempre
que voy a asustar a alguien lo consigo. Esto es la primera vez que me pasa.
—Claro, estás acostumbrado a conseguir lo que quieres. Todo te va bien,
¿verdad? Tu vida fantástica, de fantasma, un día aquí, otro allí, sin
preocuparte por nada, ni siquiera por comer o beber…Ya me gustaría a mí, te
envidio…—reprochó la doncella.
—No te conozco lo suficiente, pero diría que a ti te pasa
algo…Primero, te alegras de ver a un fantasma, luego te has sentido rechazada
y, sin conocerme, envidias mi vida…Aquí hay algo que no funciona…Desde luego,
dada mi experiencia, me llama la atención…Pero habla, quiero saber más —dijo
intrigado el fantasma.
—¿Así que tienes experiencia? ¿En qué exactamente? ¿En asustar? ¿En
venir sin avisar? ¿En atravesar paredes?—dijo la doncella con cierto enfado.
—Pues básicamente te diría que mi experiencia de tantos años me ha
servido para conocer a mucha gente, de cómo viven…Digamos, que creo conocer
bien al ser humano —afirmó el fantasma.
—Entonces, no sólo te dedicas a asustar, ¿también a observar?—dijo
la doncella ya un poco más calmada.
—Eso es, antes que fantasma, soy de profesión observador. Es lo que
tiene ser fantasma, o asustas u observas, aquí y allá…No hay otra cosa que
hacer. Es lo que se viene llamando errar. Pero bueno, yo lo que quiero saber es
por qué te alegras de ver a un fantasma como yo, cuando todo el mundo se asusta—preguntó
intrigado el fantasma.
—¿Yo? ¿Quieres que te diga la verdad? Porque estoy más sola que la
una. ¡Qué digo! Hasta la una está entre las doce y las dos. Me he alegrado de
ver a alguien con quien hablar, con quien poder pasar un rato juntos...De hecho,
por un momento he pensado que te podrías venir a vivir aquí, vamos, si tú
quieres…—preguntó esperanzada la doncella.
—Esta es la primera vez que un fantasma es asustado por un humano—afirmó
el fantasma con asombro —. Espera a que me recupere un momento. Es decir, ¿te
sientes tan sola que hasta te hace ilusión vivir con un fantasma?Pero, ¿qué te ocurre?
—Bueno, hace años me vine a la gran ciudad. Primero a estudiar y
ahora a trabajar. Ambos han sido un “debería”. Primero, la obligación de
estudiar, porque si no, no se es nada en la vida, y luego la de trabajar,
porque uno no puede vivir del aire, como otros…—dijo la doncella mirando al
fantasma—. No digo que eso esté mal, pero al final, no estoy contenta, no llevo
a la vida que me gustaría llevar…
—¿Y cómo es esa vida?—preguntó el fantasma con gran curiosidad.
—No sé, diría que lo normal, me gustaría tener mi propia casa,
tener cerca a mi familia, crear la mía propia, un hogar, amigos…Y un amor, compartir
mi vida con alguien que fuera el gran amor en mi vida—dijo la doncella con los
ojos llenos de ilusión.
—Porque cuando encuentres todo eso serás feliz, ¿verdad?—dijo el
fantasma sin mucho convencimiento.
—Sí, claro— dijo la doncella con la mirada perdida en un futuro que
añoraba.
—Sigue contándome más por favor —dijo el fantasma con dulzura.
—Pues eso, que me veo atrapada en este vida que no me gusta. Y me
ha hecho mucha ilusión que viniera alguien a casa…—dijo la doncella un tanto
avergonzada—.Y que me gustaría ser feliz,
lo llevo intentando mucho tiempo, pero no me sale.
—Tal vez yo te pueda ayudar…—dijo el fantasma con sumo interés.
—Entonces, ¿te quedas? Te sentirás muy bien aquí, ya verás—dijo
complaciente la doncella.
—No hace falta que me quede. Pero no me voy a ir hasta que no estés
feliz, es decir, hasta que no vea en ti ese cambio que creo que necesitas— dijo
el fantasma con gran convencimiento, como haciendo un juramento o adquiriendo
un solemne compromiso.
—Entonces, ¿tienes magia? ¿Haces deseos realidad?—dijo la doncella
con los dos ojos muy abiertos.
—No, pero no hace falta. Tú misma te ayudarás.
—¿Yo? Pues ya ves como me va…—dijo la doncella desilusionada—.Vamos
apañados. Son muchos años, y no he sido capaz de arreglar este caos que es mi
vida.
—Bueno, pues para empezar, vas a tener que empezar a creer que
puedes. Y si no, al menos créeme, he visto a gente capaz de hacerlo…—dijo el fantasma
con convencimiento.
—¿Y por qué me quieres ayudar?—dijo la doncella incrédula.
—Porque los fantasmas somos buena gente—dijo con picardía el
fantasma.
—¡Ja,ja,ja,ja! Gracias por hacerme reír...
—Primera lección de primer curso de fantasma: usa el sentido del
humor. Será tu gran aliado.
—Sigue, te escucho—dijo la doncella prestando toda su atención.
—Me gustaría preguntarme por lo que más temes—dijo inquisitivo el
fantasma.
—A la soledad. Como bien has dicho, cualquiera se asustaría de ver
a un fantasma. Sin embargo, yo lo he visto como una oportunidad. La soledad
también es un fantasma, pero que no habla. Te hace sentir un miedo, un miedo
muy profundo, es angustioso…—dijo la doncella mientras su mirada su perdía en
el infinito.
—Bueno, es verdad que es un fantasma bastante feo, pero no te hace
sentir, te sientes tú así. Luego si ella, la soledad, no tiene poder, lo tienes
tú…Y si lo tienes tú, lo puedes cambiar…—dijo el fantasma como razonando.
—¿Cómo?— dijo la doncella sorprendida.
—En realidad solo tú tienes poder sobre tu vida. Y no tienes que
esperar a tener todo aquello que me has dicho antes para sentirte plena, feliz,
contenta en tu presente.
—Espera, empiezo a entender algo, tú ya has pasado por esto, ¿verdad?
No es solo observando, tú has tenido que luchar también contra la soledad.
— Pues varios años. Unos cientos, como podrás imaginar…
El fantasma y la doncella siguieron hablando esa noche hasta que
se hizo de día. Pasaron los días y el fantasma iba a visitarla, siempre de
forma inesperada, porque esa era una de las formas que tenía para ayudarla, de
que viviera con la incertidumbre y aceptara que en la vida no hay
“parasiempres”. Poco a poco, le fue transmitiendo aquello que había aprendido. Una
de las cosas que le enseñó el fantasma a la doncella es que él no se sentía
solo porque sabía que se tenía a si mismo. Que si uno se quiere, siempre tendrá alguien que lo haga.
Le explicó que la soledad tenía su parte positiva, de hecho, todo
lo tenía, si uno sabía verlo de esa manera y aprender de las experiencias. Le
enseñó el camino para quererse a si misma, maravillosa e imperfecta, con sus
virtudes y defectos. A tener control sobre sus pensamientos, por lo tanto de sus
emociones y, en consecuencia, de sus actos. La doncella, día a día se fue
valorando más, se fue dando aquello que esperaba que le dieran los demás. Aprendió a
valorar el presente, a disfrutarlo con plenitud. Fue capaz de adquirir un
compromiso con ella misma que consistía en cambiar para mejorar y ser esa
persona que en realidad era. De esa bella transformación fue testigo el
fantasma, que se convirtió en su mejor amigo y en su guía. Aunque, como le
recordaba a veces, el mérito lo tenía ella, por haber sido tan valiente de
mirar hacia adentro sin miedo. Y aunque cada esfuerzo por superarse, cada paso
de la transformación lo lograba ella, el hermoso afecto mutuo que se tenían fue
la fuerza que ella encontró para superarse.
Un día la doncella tuvo un
presentimiento y se puso triste.
—¿Qué te ocurre, amiga?—preguntó el fantasma a la
doncella.
—Creo que ha llegado el momento de la despedida, porque ya he
aprendido todo aquello que necesitaba aprender y que ya soy capaz de ser feliz
por mi misma…vamos, que ya no te necesito—dijo apenada la doncella.
—Bueno, nunca me has necesitado. Solo he estado a tu lado—
afirmó cálidamente el fantasma.
—Lo que me refiero es que creo que tus días como fantasma han
acabado. Creo que ahora podrás descansar porque ya has hecho una gran obra,
algo en lo que has encontrado la redención y entonces, ya sabes, la luz blanca
y te vas al otro barrio. A ese donde se vive bien, para la eternidad.
—¡Jajajajajaja…!—La carcajada resonó en la casa.
— ¿De qué te ríes?—le contestó la doncella sin entender.
— Pues de que, aunque no te lo creas, he elegido ser fantasma. Y al
barrio ese al que te refieres, puedo ir cuando quiera.
— ¿Entonces? —dijo la doncella con gran asombro.
— Sí, soy dueño de mi vida. O de mi muerte, para que me entiendas. Mis
emociones, mis pensamientos y mis actos son mi elección.
—Entonces…¿cómo has elegido esta vida errante?—dijo la doncella
incrédula.
— No es como tú lo ves. Estoy bien, me siento bien, pleno. Aunque he
de reconocer que el tiempo que he pasado contigo ha sido el mejor. Porque dando
amor me he llenado de amor más que nunca. Ya ves que no eres la única que ha
aprendido algo con todo esto.
— Entonces…¿no te vas de mi vida? —preguntó la doncella con si le
fuera la vida en ello.
— ¿Ya estamos con lo del miedo al abandono? — le
contestó el fantasma con humor.
Los dos rieron juntos y lo siguieron
haciendo por muchos años más. Porque en efecto, el fantasma no se fue de su
vida y siguió siendo testigo de su hermosa vida. Hermosa
pero no perfecta. Ahora la doncella había vencido sus miedos, y cuando estos
volvían o se tenía que enfrentar a unos nuevos, conseguía superarlos por si
misma con las armas tan poderosas que había desarrollado con su amigo el
fantasma. Teniéndose a si misma, era casi invencible para cualquier batalla.
Vinieron grandes alegrías y algunas penas, no hay vida exenta de ellas, pero la
doncella, por encima de todo, vivió y fue ella misma.
Y
colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Micifuz
Micifuz
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