Si... he de reconocer que me encantan las APP para mi Smartphone. Aquello que deseas está en tu mano y con solo un ligero movimiento de mi dedo. Y entre todas las aplicaciones para móvil, la gran estrella... el WhatsApp. Un mensaje por aquí y otro por allá. Decenas de grupos a los que atender y cuántas tonterías que recibir y contar. Me encanta. ¡Es tan divertido! Aunque hay uno que se resiste y no entiendo porqué.
Me gusta que cuando escribo, me contesten rápido. No entiendo porqué una persona que se supone que te quiere, tarda tanto tiempo en contestar.
Mi amiga Marisa se estruja el cerebro conmigo. Ella es muy práctica y encuentra soluciones igualmente prácticas a todas las experiencias que yo dramtizo en la vida. La mayoría de las veces, encuentra una explicación plausible: "Eso es porque va en el metro, mujer"; "Se le habrá terminado la batería"; "Irá conduciendo"; "Estará en un vuelo o en un sitio sin cobertura"; "Estará con unos amigos tomando unas cañas y pasándolo bien ¿cómo quieres que esté mirando el móvil si están a cosas de tíos? Ay hija, qué especialita eres"... La realidad es que hasta el frío de Siberia ha podido congelar la batería del móvil -aún estando a treinta y cinco grados en Madrid- sería una explicación a que no haya una respuesta antes de seis horas o más... ¡Qué manera más ingeniosa de pasar de todo! A mi es que me llevan los demonios. Y si es algo importante que quiero decirle ¿eh, eh? Siempre me hace igual. Claro como soy tan nerviosa y lo quiero todo ya, no tengo aguante pero ¿tanto le cuesta decir sí o no o un emoticono de m...? Marisa me dice que quiero ser el centro del universo de mi chico. No es verdad. No quiero ser, es que soy. Y como tal, lo lógico es que responda a mis necesidades. Cinco minutos me parecería normal, más... la verdad me parece incomprensible. Yo le respondo rápido. ¿Será que quiere hacerse el interesante? Me pone frenética la espera...
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¿Te suena esta historia? La mayoría de nosotros lo hemos hecho. Nos mandan un mensaje y no sabemos muy bien qué responder. A veces nos quedamos esperando, pensando en la mejor opción para contestar o nos quedamos en blanco o nos decimos, ahoro mismo le contesto (y pasan alegremente 6 horas y ya se nos olvidó).
En otras muchas ocasiones, simplemente la persona pasa. Pasa de responder.
Ni siquiera hacerlo a una velocidad esperable, es que pasa absolutamente de dar respuesta y la callada o el silencio o un ok a los tres días es lo único que se obtiene como respuesta a tu mensaje anterior que, aunque te guste bien poco, sigue siendo una respuesta. Aunque se evada el mensaje no se te olvida... y lo sabes.
Ni siquiera hacerlo a una velocidad esperable, es que pasa absolutamente de dar respuesta y la callada o el silencio o un ok a los tres días es lo único que se obtiene como respuesta a tu mensaje anterior que, aunque te guste bien poco, sigue siendo una respuesta. Aunque se evada el mensaje no se te olvida... y lo sabes.
Ese es el problema cuando insistimos una y otra vez para que el mensaje sea respondido. Lo que pasa es que no nos damos cuenta que insistir no es la solución. Es la respuesta conductual a tu impaciencia, a tu ansiedad y a tu necesidad de control. ¡Un rollo! Aunque has de reconocer que te obsesiona la situación y te pone de mal humor. A veces, hasta te genera tristeza y te inunda la sensación de rechazo o de vacío por no obtener respuesta a pesar de tus intentos. Acabas cuestionándote a tí mismo por si no eres lo suficientemente interesante, atractivo o deseable, o algo diferente para esa persona a la que quieres y de la que quieres obtener su amor, cariño o afecto (sobre todo a través de lo que hace).
Lo que sí está claro es que si no te contesta, lo hace poquísimo o con una intermitencia de semanas o meses, algo ocurre. Evidentemente no demasiado a tu favor, reconócelo.
A veces, en lugar de insistir, lo interesante es saber poner límites a tu propia insatisfacción y nerviosismo y parar. Por amor a tí mismo... ¡para!.
¿Qué pretendes conseguir bombardeando con multitud de mensajes? Que al otro le des pena o que te vea con un ataque incipiente de enajenación mental aguda donde el autocontrol ha pasado a mejor vida?
Cuando preguntas cosas como: ¿Quedamos hoy? ¿Quedamos mañana? Y en un alarde de paciencia: ¿Te viene bien quedar un día de esta semana? Me adapto a día y hora. (Todo esto en el margen de los siguientes diez minutos al último mensaje enviado que sabes, además, que ha llegado con el doble chek a su móvil y sigue sin contestar). O mensajes del tipo: Te echo de menos; te quiero; o una parrafada agradeciendo lo feliz que has sido en tal o cuál ocasión con esa persona.
La expectativa hace que esperemos una respuesta rápida. Con un montón de creencias personales sobre cómo deben ser las relaciones interpersonales, afectivas o de pareja, nos condicionamos muchísimo y limitamos las libertades y derechos del otro a funcionar de forma diferente a nosotros. Incluso la de no querer contestarnos, también es una opción a respetar.
Hoy en día con tanta prisa, el responder inmediatamente a través de mensajería instantánea, se convierte en una exigencia que mide erróneamente el rechazo convirtiéndose en un arma de doble filo. Está bien para una emergencia pero predispone a estar disponible en cualquier momento. El error está en pensarnos el centro del universo de los demás y si no recibimos rápida respuesta, aumenta la preocupación por no ser la prioridad, surgiendo confabulaciones y alimentando irracionalmente dudas.
¿Qué hacer para limitar el tiempo en el que estamos pendientes de notificaciones?
¿Qué hacer para limitar el tiempo en el que estamos pendientes de notificaciones?
- Recuerda... tú no eres el centro del universo del otro. Cada cuál está centrado en vivr su vida y tiene sus propias historias, sus inquietudes y malos humores (y sí, a ti también te ha pasado. Un día de mal rollo que no quieres saber nada de nadie... y eso no significó que quisieras menos a tu gente).
- Las aplicaciones de mensajería instantánea pueden fallar, están hechas por humanos imperfectos.
- Antes de confabular y creer que pasan de ti, relájate y mira la tendencia general de esa persona.
- Cada cuál decide cuánto tiempo o en qué momento del día atiende sus mensajes y puede que no esté por la labor de tenerlo todo el día conectado como tú. Cada cuál usa las posibilidades y recursos de comunicación social como le viene en gana.
- Cuando pasan con certeza de ti, tú decides si sufrirlo o vivirlo de otro modo. Elegir es fácil. Aunque haya dolor, tú eliges la cantidad de sufrimiento que va a generarte y cuánto tiempo vas a mantenerlo, amargándote o aceptándolo con valor.
- Obsesionarte con recibir mensajes que no llegan, te quitará de estar centrado con las personas que deseas. Elige el cara a cara, es más divertido para relacionarse que únicamente por escrito.
- Recuerda: tu problema está en cómo usas los recursos disponibles creados para facilitarte buen rollo con el resto de las personas. Si no es así, analíza tu relación con este tipo de aplicaciones y baja tu dependencia hacia ellas.
"La comunicación es la capacidad de sentir el viento provocado por el aleteo de unos párpados".
José Víctor Martínez Gil
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