miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un ataque de pánico



"Como cada noche, de cada día, de cada semana del mes, en cada año de universidad, Lucía se metía en la cama pensando que hoy tampoco le había dado tiempo a terminar todo lo que se había propuesto estudiar. Así, una vez más, metida en la cama, inspeccionaba su agenda meticulosamente para no perder detalle del programa propuesto para el siguiente día que, como cada día, de cada semana del mes de cada año de universidad, tenía que cumplir sus objetivos. Lucía que se había propuesto aprobar este último curso tres asignaturas más, pendientes del anterior, se metía en su mundo de letras olvidándose hasta de comer. "Hay que estudiar más. Los últimos resultados no han sido los esperados tras el tiempo invertido. Mañana estudiaré dos horas más"- se decía. 
En su empeño fue olvidándose de divertirse. Se acostumbró a ir acelerada a la universidad, a comer, a la biblioteca "para coger sitio pronto o es imposible", al "ahora no puedo hablar" y "no tengo tiempo", "mejor quedamos cuando termine los exámenes" o "al año que viene por Navidad". 
Como cada día, de cada semana, de cada mes de ese año de universidad, Lucía se enjaulaba para estudiar. De repente, leyendo las toneladas de apuntes, el corazón se le empezó a acelerar. Palpitaba tan fuerte que le dolía el pecho. Se mareaba y la visión se le hacía borrosa mientras un sudor frío recorría su piel desde sus manos. "!Me está dando un infarto. Me ahogo. No puedo respirar!¡Tengo que salir de aquí! ¡No puedo soportarlo!¡Voy a morir!"... y escapó angustiada a la calle donde intentaba tomar aire y reponerse de esa sensación de irrealidad y miedo tan fuerte. Mientras, no paraba de observar sus propios síntomas por temor a no controlarlos y preguntarse insistentemente "¿¡Qué me pasa!?" una y otra vez. Decidida a saber qué le había pasado se lanzó a urgencias donde le dijeron: "Usted sufre ansiedad. Ha sufrido un ataque de pánico"..."


Las crisis de angustia o ataques de pánico pueden aparecer de forma aislada o en el contexto de otros trastornos de ansiedad (angustia, fobias, estrés postraumático, estrés agudo, ...). La característica principal del ataque de ansiedad es su aparición aislada y temporal (no dura más de diez minutos) con mucho miedo, y unido a un montón de síntomas somáticos o cognitivos.
La persona que lo sufre describe los síntomas como una especie de parálisis, se queda helado. La mente se llena de pensamientos paranoicos y amenazantes o peligrosos. El cuerpo empieza a experimentar síntomas como taquicardias y palpitaciones, transpira intensamente y se produce gran sudoración por el cuerpo, falta de aliento y asfixia, nauseas, mareos, dolor en el pecho o incluso sacudidas o temblores, desrealización (sensación de irrealidad o extrañeza) o despersonalización (sentirse separado de uno mismo como pudiéndose observar desde fuera del cuerpo) y acuden muchos pensamientos de miedo a la muerte, de infarto inminente o de estar volviéndose loco y perder el control.

Cuando este tipo de crisis son recurrentes y quien las sufre empieza a preocuparse, al menos durante un mes, por la posibilidad de padecer nuevos ataques y sus consecuencias o empieza a cambiar sus conductas habituales a causa de estas crisis, hablamos de un trastorno de angustia o pánico.

Como las crisis son inesperadas, porque en muchas ocasiones no se logra identificar la causa real que las desencadena, la persona vive amenazada por algo que escapa a su control interno y recurre a algún tipo de control externo, empezando a evitar lugares o actividades porque en esos momentos le dio una crisis y, casi sin darse cuenta, al trastorno de pánico se le suma el de agorafobia, siendo esta una solución poco beneficiosa que complica la situación.
Hay varias clases de ataques de pánico:
  • ESPONTÁNEOS: aparecen sin advertencias en cualquier momento del día, incluso durante el sueño, sin un desencadenante aparente. Esta es la forma más atemorizante de los ataques, ya que suceden sin advertencia alguna, y quienes las sufren no pueden siquiera intentar racionalizarlas o relacionarlas a un temor específico. La naturaleza aleatoria de estos ataques hace que, a menudo, sean confundidos con ataques cardíacos.
  • ESPECÍFICOS: se presentan ante situaciones o lugares específicos. Quien los sufre nunca tiene un ataque al estar ausentes estas condiciones, y se libera totalmente de los síntomas cuando está en ambientes cómodos; por ejemplo, en su casa, a solas, o con amigos de confianza. Esto puede tener un efecto debilitante, ya que quienes los sufren pueden encontrarse haciendo demasiados esfuerzos para evitar estos disparadores, a menudo sufriendo grandes inconvenientes, tanto para ellos como para sus seres queridos.
  • PREDISPUESTOS POR SITUACIONES: se observan cuando quienes los sufren notan experimentarlos más frecuentemente en determinadas situaciones. Por ejemplo, al viajar en bus o trenes o al estar en cualquier tipo de aglomeración, colas o lugares de los que difícilmente pueda salir de forma rápida. La persona puede no tener un temor o una fobia específica respecto del transporte público, ni tampoco los ataques ocurren siempre que estas personas aborden un tren, pero las probabilidades de que sí sufran ataques en esa determinada situación son mucho mayores a las normales.

Todos poseemos un mecanismo de respuesta de lucha o huida que ayuda a nuestra protección y supervivencia, liberando químicos como la adrenalina, que aceleran nuestro ritmo cardíaco y aumentan nuestra presión arterial para poder reaccionar adecuadamente ante una amenaza y afrontar o escapar de la situación peligrosa. Cuando esta sensación de peligro disminuye, los síntomas desaparecen y el cuerpo vuelve a su estado normal. Sin embargo, quienes sufren de una crisis de pánico, tienen una dificultad mayor para volver a su estado normal y este mecanismo aparece activo un espacio de tiempo superior que acentúa los miedos y mantiene de forma incómoda la sensación de alerta y ansiedad.

Los ataques de pánico pueden resultar una experiencia terrorífica pero hay que recordar que es una experiencia básicamente inofensiva. No produce muerte. En algunos casos puede ser un ataque único y en otros repetirse con frecuencia. Si lo sufres solo recuérdate que es una sensación muy intensa que pronto pasará. Tranquilízate sabiendo que no estás en peligro. Es aconsejable que observes el contexto en el que se ha producido y revises tu vida porque, como todo síntoma de ansiedad, habrá algún disparador en tu ritmo de vida. Si ves que se repite y se genera este circuito de temor y huida, busca un profesional que te ayude a manejar las situaciones y volver a tu estado normal. A veces esperamos mucho a recibir ayuda y sufrimos sin necesidad algo que puede resolverse muy rápido.

2 comentarios:

  1. Uy uy uy, los nervios, que miedo les tenemos todo el mundo y que poco nos paramos a pensar que nosotros mismos nos provocamos ese estado.

    Queremos llegar a todo, ser buenos en esto y en aquello, aprender cuantas mas cosas mejor por que quiero saber... y sí, todo eso está muy bién, pero creo, que para poder llegar si realmente es lo que queremos, debemos echar el freno de mano cada día a nuestro ritmo de vida y darnos un respiro, nuestro respiro... nuestro momento, ese momento en el que nos reencontramos y podemos ser conscientes de como queremos gestionar nuestro tiempo.

    CON TRANQUILIDAD, TODO FLUYE.

    Tus articulos nos ayudan. Gracias Rosa.

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    1. Me alegra que te sean útiles los artículos. Ese es el fin. Ayudar a pensar y que cada cuál pueda extraer conclusiones siendo un poco más consciente. El ritmo de vida que llevamos hace un flaco favor a nuestro sistema nervioso, aunque al mismo tiempo también es un reto a superar y hacer de nuestra vida la vida que queremos vivir.

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