Llueve en Madrid sobre el perro mojado,
cae la gota que colma el vaso medio vacío,
y esta soledad mórbida me oprime contra las sábanas.
Los vecinos no entienden los gritos,
"cállate" supliqué al silencio, ahogado
"cállate" suspiré al silencio, ahogado,
desde el mar de la hermita de mi cuarto.
El teléfono es el único que ha dejado de hablar,
con todos los pilares de alquiler,
y sentarme a tomar una cerveza conmigo mismo
impone demasiado.
He buscado el ruido de la anestesia,
la fiesta rápida, donde dan igual las llamadas,
el descontrol elegido en una vida,
en la que no tengo las riendas.
Me encuentro en el horóscopo
pero nunca ante el espejo,
Me encuentro en la desidia,
en la prisa, y en la vida de hollywood,
pero al mirarme al espejo
sólo hay unos ojos cansados,
y unas ojeras al galope
porque llevan dos minutos sin anestesiar.
Y mientras parece que el Sol palmea a tu falda,
que todos han puesto sus problemas a secar.
Y en mi patio interior sólo corre la brisa del otoño,
que desnuda a los árboles grises de Madrid,
y se me cala en los huesos sin importarle las mantas.
Así no hay quien pueda dormir
con todo este silencio gritando,
y toda esta ausencia desfilando
***
Parecerá extraño para unos pocos y tan cercano para otros. Un temor que se acerca cuando el dolor se hace más grande que la realidad que anticipa. Se vive una vida pensando que lo ideal es estar acompañado, no importa el modo, pero estar solo queda descartado.
La sociedad tan individualista y competitiva que solo quiere que ganes, no te deja aceptar la "derrota" de un estado de soledad. Estar solo, según esta harpía, es ser un fracasado.
¡Rodéate de quien sea! No importa que sea tu padre, tu hijo, de amigos, de una pareja...No importa que no lo desees, no importa que te haga daño, ni importa nada más que estar con y acompañado, porque si estás solo... ¡ah, amigo!... simplemente, has perdido.
Y qué significativo ese momento en que uno sabe que se rodea de determinadas personas o situaciones porque llenan un vacío. Cuanto más murmullo fuera, más atención a lo exterior y menos para atender tu mundo interior que también se llena de ruidos discordantes y confusos. Qué angustioso ese momento en que uno sabe que, por muchedumbres que cohabiten alrededor, los momentos decisivos se hacen en el silencio de la soledad. Solo ese espacio temporal entre tu interior y tu elección, te llevará a una decisión que se transforme en una acción. Y lo harás solo.
Porque sabes que, si se decide en compañía, tal vez otros lo hagan por ti. Ahí es donde uno se aferra a enarbolar la bandera de la compañía y el apoyo del otro, minimizando las verdaderas intenciones de su ego, aunque ese otro no tenga ninguna intención de afrontar las consecuencias de aquello que eliges.
Pero claro, ¿de qué nos sirve culpar a otros si somos nosotros los que permitimos esa intromisión en los vientos que azotarán las velas de nuestras vidas?
Afrontar la soledad de una decisión, de una renuncia, de un soltar... es puro amor a uno mismo. Es un acto heroico que escribe tus leyendas. Solo tú decides. Solo tú asumes aquello desconocido que te vayas a encontrar . Solo tú tienes la posibilidad de elegir para ti, aunque sea diferente a lo que eligen los demás por tu bien. Solo tú eres dueño de tu vida. Solo tú, dejas de estar solo cuando en quien más confías es en ti mismo.
Y entonces descubres con una sonrisa en tu cara que, en la soledad constreñida de tus pensamientos e incógnitas, confiando en ti... ya no estarás más solo.
Rosa Collado
Rosa Collado
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