La mayoría de los padres se interesan en dar una buena educación a los hijos que, no solo refleje la cantidad de habilidades intelectuales que puedan desarrollar, sino que también generen altas dosis de seguridad y felicidad en sus vidas.
Para ello nada mejor que transmitir el conjunto de elementos necesarios para construir una sana autoestima.La autoestima no es otra cosa que la suma de las descripciones que hacemos de nosotros mismos o el autoconcepto que tenemos de nosotros (habilidades, características personales y cualidades) y los sentimientos que generamos de ellos. Así pues, existe una combinación de información objetiva sobre uno mismo y una evaluación subjetiva de esa información, es decir, una percepción de uno mismo y su ideal (la imagen de lo que le gustaría ser).
Si existe mucha discrepancia entre la percepción objetiva y el ideal, la autoestima bajará y si la discrepancia es menor, será el indicador de una autoestima más alta.
¿Cómo puede fortalecerse la autoestima en los niños?
- Elogia los éxitos aunque el niño sea muy pequeño. Lo hacemos poco porque es más fácil ver los errores. Resalta lo que ha hecho adecuadamente y lo que de forma progresiva va haciendo mejor que antes. La exigencia nos dificulta el elogio. Es importante reforzar los avances.
- Exprésate de forma afectiva y muestra cariño de forma sincera, tanto de forma verbal y sincera como no verbal (tono, expresiones...). Que lo verbal acompañe al gesto sincero, sino se desvaloriza el refuerzo.
- Antes de ordenar lo que debe hacer o prohibírselo, conversa con tu hijo sugiriéndole lo recomendable para preparar cognitivamente al niño para esas actividades. Se trata de positivizar aquello que deseas que suceda y dejar de negar. Por ejemplo: "No hagas ruido aquí dentro" por "puedes hacer ruido en el jardín".
- Equivocarse forma parte del aprendizaje y de su crecimiento. No refuerces negativamente los fallos y fíjate en el éxito de cada acción, aunque no haya logrado el objetivo.
- Ignora las conductas que son desadaptativas como las rabietas. Habla con el niño en privado y exprésale tu desagrado ante esa acción pero no ridiculices ni desvalorices su conducta en público ni de otros niños ni adultos.
- Da las gracias cuando el niño coopere, ayude, se exprese adecuadamente, obedezca o reaccione de forma positiva. Es un refuerzo positivo que le ayudará a actuar de nuevo de ese modo.
- Alava de forma verbal lo que te guste de su comportamiento.
- Propón dificultades moderadas a la hora de realizar actividades con ellos, para que no pierdan el interés ni la motivación.
- Si el niño se porta mal, aprende a separar el mal comportamiento de la personalidad del niño. Ejemplo: "No me gusta cuando rompes los juguetes" en lugar de "Eres malo".
- Cuando comentemos algo positivo de él con otros, haremos que lo oiga. Cuando el comentario sea una crítica no. Ser conscientes de lo que decimos en su presencia (incluso cuando parce que no se dan cuenta, porque ahí están captando gran parte de la información que decimos: al hablar nosotros por teléfono, si ve la Tv, dibuja, duerme o creemos que es demasiado pequeño para entender...). Puede haber una buena intención para motivarle al cambio pero el efecto de la crítica suele ser el contrario.
Si otras personas le critican otros delante de él, invitaré al niño a irse a otra estancia con cualquier excusa o cortaré la conversación y la aplazaré para otro momento y otro lugar. Este tipo de comportamientos del adulto pueden generar en el niño indefensión y sentimientos de soledad e inferioridad.
- No calificar ni etiquetar de forma desfavorable al niño por cometer errores. Cuando se repite mucho un mensaje negativo del adulto sobre su persona, llegarán a convencerse de que no son capaces de hacer las cosas bien, produciéndose el llamado efecto Rosenthal. Este efecto consiste en una confirmación por parte del niño de las creencias que tienen los adultos sobre él (aunque no sean ciertas).
- Reforzar positivamnete al niño para que las conductas que queremos que ocurran sigan favoreciéndose. Castigar o regañar al niño cuando se comporta de una forma que no deseamos y nunca reforzarles cuando se portan de modo adecuado, hace que las conductas adaptadas no se repitan, porque ya no tienen valor para el niño y en su lugar pueden aparecer conductas desajustadas como un modo de llamar la atención.
- Ser excesivamente perfeccionista con los niños solo transmite al niño la idea de su incompetencia, generándole inseguridad.
- Darles responsabilidades supervisadas y escuchar y permitir sus pensamientos y expresarlos, porque en caso contrario favorecemos que crean que pensamos que no pueden hacer las cosas, que no son capaces. Así, potenciamos el miedo y el temor sobre sí mismos y sus posibilidades de autorrealización.
Hay que permitirles intentarlo.
Hay que permitirles intentarlo.
- Ofrecernos como modelo para ellos. Valorándonos y mostrándonos competentes, porque el niño asimila de forma inconsciente este modelo con el que se identificará.
- Sugerir soluciones cuando se equivoquen y enseñarles a descubrir las causas que le condujeron a no llegar a sus objetivos, sin criticarles ni juzgarles. La crítica permanente genera, incertidumbre, resentimiento y en muchos casos agresividad o inhibición de su acción.
- Mantener el contacto físico, el trato afectuoso, moderarse con las distancias, ya que las carencias afectivas (tocar, jugar, acariciar, besar...) pueden conducir al niño a interiorizar que no es digno de que se le quiera.
- Estar presente como adulto cuidador, sin rechazar o humillar al niño por su sexo, características físicas o personales.
- Conocer los talentos, destrezas y habilidades específicas del niño sin menospreciarlas ni idealizarlas. Estimular en función de sus posibilidades sin generar presión excesiva que le invalide. Hay que potenciar en los niños el quererse a sí mismos aceptando sus logros y limitaciones.
- No establecer diferencias ni comparativas entre hermanos y potenciar a cada uno en su individualidad, sintiéndose el niño estimulado, reconocido y aceptado de forma habitual.
- Favorecer la comunicación y el diálogo, potenciando la escucha activa sin presionar.
"Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo".
Benjamin Franklin
Está en nuestra mano ser lo que queramos ser. Basta con aceptar que tenemos una visión equivocada de nuestro propio yo, que no es permanente ni inmutable, y hacernos a nosotros mismos. No hay mayor empresa que la felicidad, y para conseguirla hay que empezar mirando hacia nuestro interior, atravesando nuestras dificultades y permitiéndonos ser los dueños de nuestro destino. Si como adultos educamos así a los niños, se ahorrarán muchas horas de terapia en el futuro.
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