"Que el orgullo de ser quien eres no te limite a ser y estar mejor"
Salta esta frase de su cajita móvil mientras enredo con las yemas de los dedos en la pantalla táctil del típico android. Pienso en tanto como hay escrito sobre lo que es la terapia desde los ojos, la mente y la experiencia del psicólogo terapeuta que te indica la forma de crecer y ser mejor. Reconozco que se queda falta de equilibrio sin la mirada, el pensamiento y la vivencia de la persona que está enfrente y que también ayuda al terapeuta a ser mejor (profesional, persona...). Uno sin el otro no existen.
Hoy creo interesante abrir una nueva sección en el blog (Memorias de una Psicoterapia) que complete la realidad de cualquier persona que, por diversos avatares en su vida, toma la decisión de buscar ayuda para resolver la situación en la que se encuentra. Unos con más atino que otros darán con ese profesional. Aquel que puede ser su apoyo mientras aprende a dar sentido a su vida, entenderse, conocer sus propios entresijos y practicar nuevas habilidades y recursos que llenarán de herramientas la maleta con la que emprenderá, de nuevo, su viaje.
Más fuerte, más humano, más comprometido con su propia vida y aceptándose en el cambio que supone vivir. Ese ser transformado que no perdió su esencia y que creció.
Ese ser ¿eres tú?
Memorias de una psicoterapia, es un espacio donde tú puedes hablar de tu experiencia con ese psicólogo/a que te ayudó cuando decidiste dejar de lado tu orgullo y romper tus propios límites para encontrarte de nuevo.
Tal vez tu experiencia ayude a otros a romper sus temores o al menos tener información de aquello que te gustó y de lo que no, saber qué es ir al psicólogo y aprovechar una oportunidad para ser un poco más feliz.
¿Quieres compartir tu memoria de psicoterapia?
Envía de forma anónima o con el nombre que quieras aparecer a:
¿Quieres compartir tu memoria de psicoterapia?
Envía de forma anónima o con el nombre que quieras aparecer a:
rosa.formacion@gmail.com
* * *
1. Tengo que confesar que soy adicta al ibuprofeno. Lo tomo para todo, cuando me duele una muela, cuando me duele la cabeza, cuando me duele la tripa.. El ibuprofeno siempre me quita los males. Nunca me falla. Muchas veces pienso que algún día me haré inmune y entonces no funcionará.. pero entre tanto.. Es por eso que cuando me empezó a doler el alma, rápidamente me dí cuenta de que el ibuprofeno no iba a ser suficiente. Y de repente, me vi allí, en una sala de espera, esperando sin saber muy bien a qué, pero con la esperanza de que, como me ocurre con el medicamento mágico, en media hora todos mis males hubieran sanado.
También casi de inmediato fui consciente de que aquella tarea no iba a ser tan fácil, dado que en mi primera toma de contacto con el mundo de la psicoterapia, lejos de mantener cierta compostura, no dejé de llorar en toda la sesión. Salí con esa mezcla de sentimientos que provoca el saber que por un lado has tomado la opción adecuada y al mismo tiempo, que la tarea no iba a ser nada sencilla y que el milagro que había ido buscando como si fuera a Lourdes, estaba lejos de producirse.
Poco a poco me ví inmersa en aquella dinámica de cita semanal, que compaginaba con otras citas, para resolver asuntos menos profundos y más mundanos y entré en aquella rutina de acudir prácticamente el mismo día de la semana, a la misma hora, durante todas las semanas a mi charla con Rosa, siendo muchas veces incapaz de llevar a cabo cualquiera de las estrategias que aprendía en la sesión en el mismo instante en que cruzaba la puerta para salir, y descubriendo, no sin asombro en otras ocasiones, que aquella sesión en la que no podía parar de llorar, cada vez se me hacía más lejana.- A veces, no podía explicar que unas palabras, un análisis, unas preguntas bien dirigidas, una búsqueda de respuestas en mí pudieran obrar ese sensación analgésica que me había proporcionado el ibuprofeno en tantas otras ocasiones. Fuí también descubriendo poco a poco una fuerza de voluntad y unas ganas de salir adelante que nunca hubiera creído que tenía. Bien puede resumirlo una de las frases que no olvidaré de aquellos días: " Yo veo agua dentro de este pozo, y te voy a dar el cubo para que la saques". En aquel momento desde luego pozo si veía; agua, poca y por su puesto, ningún cubo para poder sacar algo.
Terminaba el invierno, los días se llenaban de sol, también mi alma, y con el sol, continué con mi rutina de acudir a mi cita semanal, ya convertida casi más en una necesidad . Procuraba juntar todas las vivencias que me iban ocurriendo durante la semana para exponerlos en la sesión, a la par que hacía de forma concienzuda todos los ejercicios que se me sugerían. Algunos con relativo esfuerzo, otros con mucho más. Otros, aplazados de forma consciente con la excusa de no estar todavía lista para afrontar determinadas cosas y al mismo tiempo, seguir de alguna manera ligada al dolor que me había llevado a iniciar esta travesía. Mi vida comenzaba también a colocarse, pieza a pieza, en su lugar. Comencé a encontrar determinados espacios que había perdido y a conectar de nuevo con la persona que había sido en otro momento, quizá en otra vida, pero que seguía viva, deseando salir. Experimenté muchas veces de manera escéptica ese tópico de que lo positivo atrae lo positivo y así mis consultas empezaron a llenarse más de risas que de lágrimas.
No os voy a mentir, también hubo momentos en los que hubiera deseado no haber asistido, y en los que me preguntaba por qué me hacía aquello a mi misma, sesiones duras, a veces de las que se ven en las películas, donde uno entra riéndose, y sale tremendamente dolido, con esa sensación de que una apisonadora le ha pasado por encima… Pero al día siguiente, todo vuelve a estar en su lugar y de repente uno está más en paz, con la tranquilidad de haber limpiado "el desván" y de disfrutar por fin de todos los rincones limpios y ordenados.
Empezó a asomar de nuevo el invierno, y mis sesiones llegaban a su fin. De algún modo seguía resistiéndome a cerrar el círculo, pues eso significaría que empezaría a caminar de nuevo, sola, sin los planteamientos de Rosa, sin el ánimo y el refuerzo que tenía en cada sesión. También era por fin el comienzo, la verdadera línea de salida de un nuevo proyecto, una nueva vida y una nueva forma de "gestionar" las emociones que me atropellaban en un comienzo. Por fin encontré el cubo y empecé a sacar agua.
Ahora está a punto de llegar otra primavera. Y continúo intentando muchas veces sacar el agua del pozo. No bajo la guardia, tengo fresco el recuerdo del dolor y procuro darle esquinazo en cuanto lo veo asomar. Echo mano de mis libros de aquellos días cuando sospecho que me falta alguna fuerza. Y procuro seguir creciendo. Porque si algo aprendí en aquellos días, es que había que crecer, evolucionar, que esa evolución está en nosotros y que es fundamental llevarla a cabo en uno u otro punto de la vida. A veces el crecimiento se desencadena casi sin que nos demos cuenta. Otras, me atrevería a decir que las más de las veces, es un hecho terrible el que provoca que tengamos que dar un salto y ponernos en el otro lado del espejo, eso que cuesta tanto, pero que reporta tantos beneficios para nuestro bienestar y el de las personas que nos quieren (que sufren y disfrutan también de este proceso y que son testigos de los cambios), que bien merece la pena el esfuerzo.
De cuando en cuando, recuerdo muy bien aquellos días de terapia, canciones que tengo asociadas al momento de salir de la consulta y ver mi vida desde una perspectiva nueva, y procuro no perder la ruta, "disculparme" cuando la pierdo, y sobre todo, disfrutar de lo que tengo y dar gracias a todos los que han estado conmigo en este camino, los que han ido apareciendo, que han sido parte de mi recuperación y me han ayudado a verme a mi misma de nuevo.
J.C.
* * *
2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres dejar aquí tu opinión?