"Nada es tan desalentador como un esclavo satisfecho", según palabras de Ricardo Flores Magón.
Una interesante reflexión para abrir un post sobre dependencias y esclavitudes a las que nos sometemos como humanos creando una falacia sobre nuestra propia libertad.
Parece que cada vez más este es nuestro futuro como especie. Un futuro que probablemente amemos y que marcará nuestra vida sin remediarlo.
La sociedad en la que vivimos- cada vez más y a la velocidad de la luz- crea una sociedad dependiente que se va perfeccionando con el tiempo, negando sus adicciones y justificando alegremente su sumisión.
Martin Luther King veía con claridad las cadenas que subordinaban a sus semejantes, identificando y defendiendo derechos civiles con tesón y orgullo. Este hombre -como muchos otros comprometidos con la Humanidad- tomó conciencia de cuál era su situación y sabía perfectamente hacia dónde ir y cómo luchar.
Lamentablemente, en la actualidad, los mecanismos sociales y tecnológicos que nos esclavizan, son cada vez menos explícitos, más sutiles, indeterminados y etéreos.
Los grilletes no están en nuestros pies sino en nuestros cerebros.
Nos hacemos esclavos alimentando adicciones y cambiando la forma en que nos sometemos. En muchas ocasiones, perdiendo nuestras diferencias y arrastrándonos supeditados a una masa colectiva indiferenciada.
Y aceptamos lentamente mecernos ante tan efectivas sutilezas de sumisión.
Nos sometemos a creencias, costumbres, modas, doctrinas... que instauran programas mentales que condicionan nuestra forma de pensar y decidir en nuestra vida hasta anular nuestra voluntad.
Convertir a un ser humano en un adicto es la mejor forma de someterle. La adicción subyuga psicológica y físicamente a elementos externos al sí mismo, que ciegan e incapacitan imposibilitando tomar conciencia de lo que le llevó a tal estado narcotizado.
Una sociedad perfecta donde el individuo se hace adicto al placer, de cualquier tipo, rápido, veloz, sutil, instantáneo e inmediato.
Se alimenta una sociedad que activa una búsqueda del placer y que huye del dolor. Una sociedad sociedad cada vez más fundamentada en la evitación de la frustración que puedan suponer los esfuerzos para conseguir recompensas o demorarlas.
Los circuitos de placer cerebrales pueden también estar a la base de los trastornos del estado de ánimo y otros trastornos clínicos relacionados.
Elementos como la ambición de poder, la práctica sexual, la comida (sobre todo aquella repleta de azúcar), el trabajo exigente, las sustancias psicoactivas, las compras compulsivas, internet, los móviles y las nuevas tecnologías entre otros, hacen que las personas amen su servidumbre a través de una satisfacción fácil y vacía que va a demandar cada vez más tiempo y dedicación en detrimento del desarrollo del yo.
Y en todo ese proceso atrofiamos las mentes intentando evitar el dolor y darnos a toda costa chutes de placer instantáneos. Con esta actitud pasiva, procrastinadora y aislada, imposibilitamos cumplir nuestros sueños o realizarnos -a cualquier nivel personal- donde se eludan las experiencias fallidas o los intentos frustrados como parte del aprendizaje de las experiencias vividas.
Una sociedad con la necesidad de placer cubierta es una sociedad sumisa, maleable y fácilmente influenciable condicionada a una falsa libertad de elección y anestesiada en su creatividad, sin dar valor a aquello que obtiene con facilidad y que genera actitudes cada vez más egoístas y menos éticas.
Para crecer, crea. Utiliza tus potenciales y las posibilidades de tu entorno sin disolverte en ellas. Hasta donde elijas, se tú y pon límites a las dependencias que limitan tu libertad.
Rosa Collado Carrascosa
Rosa Collado Carrascosa
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