jueves, 8 de agosto de 2019

8 DE AGOSTO. DÍA MUNDIAL DEL ORGASMO FEMENINO.


Relato erótico: Apostado entre sus muslos.
(por Rosa Collado Carrascosa)

Hacía calor, cuando solo apuntaba la mañana de un amanecer estival. Las aspas del ventilador del techo se movían, rodando, en un infinito compás repetitivo. Su sonido, acompañaba el sopor matutino, suavizando el aire de la habitación.
Las sábanas de algodón, enredaban unas piernas largas que intuían una silueta atlética en la penumbra. Eran las seis y media de la mañana. Ella sabía que él no tardaría en llegar. Los turnos de noche eran aparentemente pesados, aunque él llegaba activado, como si no hubiese estado de guardia.

Él solía entrar al apartamento despacio, sin apenas hacer ruido. Se quitaba la ropa en el salón hasta quedarse desnudo. Prendía un cigarro y fumaba en silencio, frente al ventanal de la terraza, viendo cómo despertaba la ciudad. Tras apurar las últimas caladas, el agua de la ducha refrescaba su cuerpo. Cepillaba sus dientes y, con gotas de agua que se descolgaban por su tórax y su espalda, caminaba hacia la habitación donde ella dormía, hasta deslizarse a su lado.
Le gustaba contemplar su imagen al detalle, antes de dormir. Muchas veces, besaba la piel de sus brazos y se relajaba hasta cerrar sus ojos agotados. Otras, recorría sus hombros y sus pechos con sus labios o la yema de sus dedos hasta que ella, aún adormilada, se sumaba a su caricia y remodelaba su contacto.
Pegando los cuerpos, sus pelvis se acomodaban a cualquier cuadratura posible. Las torsiones eran infinitas. A él le encantaba comerle el coño. Lo hacía como a ella le gustaba. Su lengua humedecida, se untaba con el jugo de su sexo. Ella siempre le pedía más y él se esmeraba en su ofrecimiento. Su boca dibujaba con sabiduría la curvatura de su vagina. Sus dedos flexibles, acompañaban en la conquista de su más recóndito interior. Sentía su propia excitación al saborearla, intensamente mojada. Su instinto sexual, le empujaba a desear penetrarla y se aguantaba las ganas. Quería oír su gemido, su aullido de loba, su gozo... cuando sigue jugueteando con su clítoris erecto, hasta que la tensión se desborda y le recorre en hondonadas todo su cuerpo, hasta la extenuación.
Solo él sabe darle ese orgasmo que le contrae hasta el ano.
Mientras ella se muerde el labio inferior, y se está despertando, fantasea pensando en esa última vez. Él ha llegado a su lado y la mira, sediento de su piel.
Inicia -con la habilidad del experimentado- su recorrido, hasta que se pierde en el vórtice de su placer. Ella le sostiene la mirada entre sus manos, con la respiración acelerada. Él le pide, apostado entre sus muslos, comer de su entrepierna y desayunar su orgasmo... esa mañana cálida de un 8 de agosto.

A todas las mujeres.

Rosa Collado Carrascosa

2 comentarios:

¿Quieres dejar aquí tu opinión?

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...