Un tintineo de alarma matutina insiste en despertar mi mente. Me empuja a levantarme, pronto, con los párpados aún semi cerrados tras la resaca de Morfeo.
El agua, resbalando sobre mi piel, me va sintonizando el cuerpo y, un socorrido desayuno, me conecta de nuevo a una percepción más consciente.
Sentada frente a una funcional mesa, mi teléfono móvil se transforma en mi quinto elemento. Aprovecho el momento para dar un repaso a las notificaciones que, desde última hora de la noche anterior o primera del amanecido día, se suceden en cadena y reclamando atención.
Un día más leer WhatsApp, correos, noticias... se convierte en pura rutina.
Casi, un sorbo de café y un vistazo rápido por la pantalla del celular, se convierten en actos automáticos. Ambos concentrados en intensidad.
La ventaja principal de este estilo de vida -para mi- está en la posibilidad de comunicación. Aquí. Ahora. A cualquier distancia.
Un breve mensaje, un meme divertido u otro hecho exprofeso para mí en ese mismo momento, un saludo, una cita literaria, unas palabras cariñosas, una atención seleccionada, un pequeño detalle tanto visual como escrito... consiguen sacarme de esa inercia.
Tu mensaje aparece para recordarme cada día, que ese preciado manojo de personas que, con valentía, se lanzan a la incertidumbre monótona que es vivir en esta Tierra, se mantienen cerca.
Esa preciada gente, son quienes hacen de la mañana un recordatorio de: "aquí estamos, juntos en el mismo barco para ayudarte a remar".
Tienen la habilidad para sorprenderme gratamente cada día. Acarician con ese efecto sencillo y confiado de sus actos hacia quien estiman.
Son todas esas personas que no dejan que me hunda porque mi existencia no les resulta indiferente. Cada uno de ellos ha tenido la suerte de aparecer -por efecto de magia en mi vida- en momentos donde hasta respirar duele y que, sin pretenderlo, hacen mi vida más bonita y fácil, ayudándome a confiar de nuevo en el Humano.
Hay quienes han estado ahí por tiempo pretérito, sin flaquear. Y otros han llegado recientemente, aunque con singular importancia. Están los que sin miedo a vivir, siguen apostando por el "aquí sigo, pase lo que pase". Aquellos que están preparados para estar, simplemente, en las duras y en las maduras. Se mantienen los que me echan en falta y me lo dicen, sin rodeos, con la llave del amor sobre sus manos abiertas y extendidas hacia mi pecho. Son esos que me quieren en su vida y se hacen notar...
Porque hay personas que son un regalo y ocupan un lugar privilegiado en mi corazón. Seres hacia los que emana, desde lo más profundo de mi sentir, agradecimiento perpétuo.
A todos los que estáis ahí, cada día... porque sí...Os quiero, con al profundidad de los océanos y la infinitud del cosmos.
Gracias por estar conmigo en este juego fugaz y sorprendente que es la vida. Le dais el sentido completo. Y con vosotros, me gusta mucho más...
Rosa Collado
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