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Confesiones del confinamiento
Llevo más de 4 semanas en casa, con mil pensamientos en la cabeza que no paran de dar vueltas. Mi corazón está lleno de sentimientos contradictorios.
Hace 7 años que he conocido al hombre con el que me casado y que siempre he pensado que era mi otra mitad.
Justo antes de que toda esta locura empezara, me di cuenta de que alguien que he conocido más de cerca hace 8 meses, me gusta. Es una persona que veo poco, pero hemos tenido buen feeling desde el principio. Tenemos muchas cosas en común, hablamos mucho y de todo. Se preocupa por mí sin que yo sienta que hay algún interés detrás y, la verdad, es que me siento bien cuando estoy con él.
Así que, el covid me ha pillado en un dilema que me machaca por dentro.
Ya se lo he confesado por que me sentía culpable al hablar muchos ratos por WhatsApp, aunque nunca eran conversaciones íntimas, pero -aún así- no quiero hacer algo que a mí no me gustaría que me lo hicieran.
Y ahora hablamos muy poco porque esto es algo que no se puede hablar y tampoco aclarar por WhatsApp, pero aún así, pienso en esta persona todos los días.
También es verdad que el encierro multiplica las emociones, que si hubiésemos estado en una situación normal, podríamos vernos y hablarlo con tranquilidad.
No sé que está pasando. Me pregunto si sigo queriendo a mi marido, si nuestra relación se ha acabado, si algo iba mal y no me di cuenta, si está persona me gusta de verdad o es algo que se me pasará o por qué me ha llamado la atención este hombre, cuando en todos estos años mi marido ha sido como un Dios para mí.
La vida me ha enseñado en estas semanas que nunca hay que decir nunca, que las cosas cambian, nosotros también cambiamos con los años y que todo lo que pasa nos enseña algo más para crecer.
Pero si en este momento fuese egoísta y sincera, diría que me encantaría conocer más a este hombre, pasar tiempo a su lado.
¿Tendría que sentirme culpable por mis pensamientos? ¿O por mis sentimientos? ¿Tendría que luchar por salvar mi matrimonio o arriesgarme y dar un paso más allá?
A veces, en mi único momento de libertad, cuando saco los perritos, lloro y me desahogo. Lloro por mi libertad, lloro por mi impotencia, lloro porque me duelen las ausencias, me duele el silencio.
Estamos tan cerca, pero tan lejos...
M.
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