jueves, 28 de diciembre de 2017

RÉQUIEM POR EL 2017


Un año más que ha pasado a la velocidad de la luz. Fugaz y veloz, aunque lo suficientemente intenso como para darnos cuenta de unas cuantas cosas, interesantes. Mejor hablo por mí. Me gusta imaginar que al resto de la humanidad también le gusta tomar conciencia, aunque, tal vez sea una pura fantasía baladí y cada uno esté a lo suyo, enajenado en su propio requiebro mental. Sea como fuere, una cosa es cierta... el año finaliza para casi todos el mismo día -salvando el viaje horario transatlántico-. 
Y, ya que nos viene asignado y exenta la elección, qué mejor que hacer mi propio réquiem al agonizante 2017.
Por un año gastado, impreciso y sinuoso, que se ha convertido en una puerta abierta a la curiosidad por un futuro inminente. Por un año, que ha pasado del deleite de lo conseguido, al misterio de la incertidumbre. Por un año, que disimulaba ser uno más, y va terminando con un doble looping, ocho cubano y vuelo invertido. Me gusta el 2017.
Me ha traido el disfrute de algún sueño, el trabajo en el que crezco cada día, y la intensidad de una ilusión, la de la vida, que se describe sin más en cada amanecer (y si es en el mar, mejor).
Me habría gustado pedirle más, aunque habría sido presionarle. Y bajo excesiva presión se reduce la capacidad de saber disfrutar y, ese, es un elemento imprescindible para vivir con calidad.
Por eso, sólo quiero mostrarme agradecida a esa vida que me ofreció el 2017. Una vida  que me lleva más cerca de mis deseos más profundos. Una vida sencilla, que no simple, llena de dicha. Una vida vivida y otra imaginada, que revoluciona con paz, alegría y posibilidad mi mundo interior, lugar íntimo donde ocurren las mayores gestas soñadas, donde todo es posible si crees que lo es -aunque las dudas te saquen la piel a tiras- donde creer es crear y crear, manifestarte en la realidad limitadamente percibida.
Y, en la evidencia de lo declarado, intuir un atisbo del infinito sentir emocional que , ahora, parece encriptado bajo un código a descubrir.
¿Qué decirte, 2017? Sólo puedo darte las gracias por ser. Agradecerte tu tiempo, tu disponibilidad, tu red tejida de días encadenados que albergan sorpresas impensables... Gracias 2017 por hacerte posible.
¿Qué susurrarte, 2018? Sólo te pido poder bailar la música que tu predecesor puso en marcha. Darle al on y escuchar el ritmo de mi corazón, que late con cada silencio y se mueve, sólo por encontrarte, sabiendo que lo mejor está por llegar.
¡Os deseo a todos y cada uno de vosotros un apasionante 2018!


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