7.
Trabajo en el hospital de la Fe
en Valencia. Ayer a las 20:00h, la puerta de urgencias estaba llena de policía nacional
solidarizándose con nosotros -los trabajadores sanitarios- poniendo en marcha
las patrullas de coches, con las sirenas funcionando en reconocimiento a nuestra
labor, mientras los que podíamos salíamos a aplaudir homenajeando a los que
están en pleno servicio.
¿Por qué la policía se solidariza
con nosotros? Porque son los únicos que entienden las deficiencias que estamos
pasando. No tenemos nada, ni mascarillas, ni equipos de protección mínima
individual. Ayer un compañero en UCI con personas infectadas de coronavirus,
solo llevaba la bata, en espera de los productos que se tenían que recibir y
que no llegan. Pero como eso, los que lo estamos viviendo, la policía nacional,
la guardia civil y los que trabajamos en hospitales, los que van con los
camiones… esos sí que sabemos lo que estamos pasando. La percepción es que los
políticos no pero que luego sí saben venir a ponernos la medalla, cuando los
que estamos en el servicio directo nos estamos jugando nuestra propia salud y
la de los nuestros y las medallas sirven de muy poco después, porque lo difícil
está ahora y ellos no están. Nos sentimos desprotegidos. Estamos en primera
fila, sin trincheras ni nada. De cara al público sin saber qué llega de frente
y a qué te estás exponiendo a diario y de forma constante.
Cuando llegamos a casa, nos
quedamos en casa. Estamos viviendo un infierno. Después ves a la gente paseando
por ahí y te das cuenta
lo bien puestas que están las multas y que tendrían que
ser de sanciones más elevadas aún. No saben lo que es nuestro trabajo y
tendrían que estar a nuestro lado viendo lo que supone trabajar con enfermos
sin saber lo que haya en cada habitación. Si eso se viviera a diario por el que
sale “a pasear” como si nada, verías como nada más llegar a casa se duchaba y
se ponía alcohol desinfectante por todas las partes del cuerpo y se le irían
las ganas de salir de casa. Lo mismo de sacar el perro y de ir a comprar
veinticinco veces al día… es lo que tenemos. Gente incívica y poco responsable
que no es consciente de cómo nos la estamos jugando todos los días para que
este virus deje de propagarse, sin tener conciencia del esfuerzo que hacemos
porque esto no es un juego ni unas vacaciones.
Esta es la visión desde dentro
del infierno. Es dura y complicada. Mamparas de protección abiertas que no
sabes muy bien para qué sirven. Ayer llegaron mascarillas y guantes que no
teníamos. No sabemos lo que nos entra por la puerta y atendemos a todo el
personal. En las habitaciones no hay protección. El personal de limpieza no
tiene mascarillas y a veces ni guantes. Las auxiliares de enfermería, me decían
dónde podían conseguir mascarillas efectivas porque no tenían, estando en
contacto directo con los afectados. Es un despropósito y la sensación es de no
saber por dónde ir. Confusión y falta de medios.
Estamos en situaciones muy
peligrosas para la salud y sin medios, y esto se vive como una vergüenza propia
y ajena. Hay histeria. Histeria colectiva. La gente salta a la mínima. No
quieren que les tranquilices, quieren las cosas enseguida, rápidas, ya. Si
antes se quería todo rápido, ahora se ha multiplicado por n. La psicosis y el
desequilibrio empieza a darse en muchas personas, por el miedo y el egoísmo de
ser atendidos en prioridad.
Estamos indignados porque a nosotros,
trabajadores de sanidad, no nos han hecho la prueba del coronavirus estando a
diario con pacientes que dan positivo. Llegamos a pensar que tienen miedo de
hacernos la prueba por si acaso damos positivo, porque si tuviéramos que irnos
nosotros a casa, tendrían que venir los políticos y todos sus amigos a ocupar
nuestro sitio.
Hoy hace un mes que no veo a mi
madre, por no contagiarle en caso de positivo. La veo desde bajo de la calle,
cuando vuelvo a casa, y se asoma al balcón. Yo no subo a su casa porque sé lo
que llevo encima. Cuando pase esta situación, ya subiré a verla y estar con
ella.
El que pueda quedarse en casa,
que se quede. El que pueda trabajar desde casa, que lo haga. Simplemente, no
salir. Ya pasará. Los billetes no se comen, son indigestos. Y otra cosa, cuando
salís y utilizáis el móvil, limpiadlo con alcohol directamente. Se queda brillante
y se desinfecta porque al final lo llevamos más tiempo en las manos que en el
bolsillo. Lo que toquéis limpiadlo con alcohol, que no pasa nada.
Esto va para largo, lo veo a
diario.
Así que, a cogérselo con calma
porque esto no se acaba en poco tiempo y la pinta es de tensión extrema
conforme los dispositivos sanitarios lleguen al límite de saturación.
Paco
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