Crónicas de un encierro involuntario.
1.
No estoy pasando por el mejor momento de mi vida, justo
estoy en medio de uno de los peores... en
un proceso de recuperación y aceptación donde cada momento es una prueba de
superación... y de repente aparece esto,
esta pandemia que asusta, que nos hace estar alertas continuamente... me asomo por el balcón y veo a la policía
continuamente pasar por la calle… no se
si vivo en la realidad o es una ficción de la que no puedo despertar..
Estoy separada y Tengo una hija de 8 años… hace tiempo cuando veíamos las noticias de
Italia ella me decía que si pasaba en
España no tendría que ir al cole. Imagino que su perspectiva era de unas vacaciones en casa con mama 24
horas. Yo estaba tan inmersa en mi mundo
de dolor y recuperación que las primeras
noticas de España casi pasaban desapercibidas en mi vida. No las prestaba mucha atención y además me
parecía que la gente exageraba demasiado.
( Ahora pido perdón por este pensamiento de
desconocimiento y juicios adelantados)
Llevo desde el viernes “encerrada” en un piso en el
centro de Madrid con mi hija.
El primer
día fue como una aventura, algo que nunca nos había pasado, algo que íbamos a vivir como una novedad en
nuestra vida y en las vidas de todo el mundo. Una experiencia donde la convivencia se convierte en el primer factor
vital.
Nada tiene que ver con las vacaciones de verano donde las
actividades y los campamentos son
nuestros más fieles aliados.
Ahora todo
cambia, es una adaptación a una nueva vida, donde la palabra “paciencia” y
“convivencia” crea un sentido más especial, más profundo. Cada letra de estas palabras son el
componente de un concepto que desconocía y creo desconocíamos muchos.
A veces me entran ganas de abrir el balcón y
gritar, pero otras, cuando oigo esa
risa de niña inocente, ese intentar continuo de negociar los deberes o esa
vitalidad que me agota, pienso en lo afortunada que soy y aunque el trabajo me supere, el estrés me
absorba y la paciencia se agote, se que son estos momentos que ella y yo siempre
recordaremos, porque son únicos y hace
que me active, que invente y hasta recupere esos años en los que yo también fui
esa niña.
Cuando me acuesto por las noches y mi hija me pregunta: “¿con que sueño hoy, mama?” y pienso en todo el mundo que no es tan afortunado
en estos momentos, no puedo permitirme el lujo de conocer la depresión,
tristeza, derrota o cualquier otro
sentimiento que no lo merezca, porque es
una falta de respeto y solidaridad hacia las personas que realmente si están en
el derecho de sentirlo.
Si pensamos con optimismo, actuaremos con el mismo. Lo tengo comprobado, aunque a veces es difícil, muy difícil y más
aun no solo pensarlo sino ponerlo en práctica. Pero se puede, claro que se puede! Tenemos que disfrutar de cada
momento con los nuestros y dejar sentada en una silla a la ira. No se puede ir, pero si podemos dejarla quieta, apartada,
fuera de juego… y si queremos que se
levante y de una vuelta abrimos ese balcón y en vez de gritar, aplaudimos
todas las tardes a las ocho de la noche a esas personas que si se están dejando
la piel por nosotros.
Ahí sí que os
invito a que lo hagáis, tan fuerte como
podáis, para dejar a la ira, el enfado y
el mal humor en ese balcón para dar entrada a esa fortuna que a la mayoría nos
esta acompañando.
No penséis que soy tan “happy” que de la puerta de mi
casa salen corazones y flores... estoy en
medio de una separación que me ha llevado a los infiernos, pero tristemente
este tipo de cosas son las que nos hacen darnos cuenta de que somos más fuertes
de los que nos creemos, somos más creativos de lo que pensamos y que de todo
esto vamos a salir muy reforzados y estoy segura de que el dÍa que salgamos a
la calle, vamos a ver la vida como
realmente es, una oportunidad…
RM
RM
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