jueves, 19 de marzo de 2020

Crónicas de un encierro involuntario.


Crónicas de un encierro involuntario.

1.

No estoy pasando por el mejor momento de mi vida, justo estoy en medio de uno de los peores...  en un proceso de recuperación y aceptación donde cada momento es una prueba de superación...  y de repente aparece esto, esta pandemia que asusta, que nos hace estar alertas continuamente...  me asomo por el balcón y veo a la policía continuamente pasar por la calle…  no se si vivo en la realidad o es una ficción de la que no puedo despertar..
Estoy separada y Tengo una hija de 8 años…  hace tiempo cuando veíamos las noticias de Italia ella me decía  que si pasaba en España no tendría que ir al cole. Imagino que su perspectiva era de unas vacaciones en casa con mama 24 horas.  Yo estaba tan inmersa en mi mundo de dolor y recuperación  que las primeras noticas de España casi pasaban desapercibidas en mi vida.  No las prestaba mucha atención y además me parecía que la gente exageraba demasiado.
( Ahora pido perdón por este pensamiento de desconocimiento y juicios adelantados)

Llevo desde el viernes “encerrada” en un piso en el centro de Madrid con mi hija.
  El primer día fue como una aventura, algo que nunca nos había pasado,  algo que íbamos a vivir como una novedad en nuestra vida y en las vidas de todo el mundo.  Una experiencia donde la convivencia se convierte en el primer factor vital.
Nada tiene que ver con las vacaciones de verano donde las actividades  y los campamentos son nuestros más fieles aliados.  
Ahora todo cambia, es una adaptación a una nueva vida, donde la palabra “paciencia” y “convivencia” crea un sentido más especial, más profundo.  Cada letra de estas palabras son el componente de un concepto que desconocía y creo desconocíamos muchos.
A veces me entran ganas de abrir el balcón y gritar,  pero otras, cuando oigo esa risa de niña inocente, ese intentar continuo de negociar los deberes o esa vitalidad que me agota, pienso en lo afortunada que soy y aunque el trabajo me supere, el estrés me absorba y la paciencia se agote, se que son estos momentos que ella y yo siempre recordaremos,  porque son únicos y hace que me active, que invente y hasta recupere esos años en los que yo también fui esa niña.
Cuando me acuesto por las noches y mi hija me pregunta: “¿con que sueño hoy, mama?” y pienso en todo el mundo que no es tan afortunado en estos momentos, no puedo permitirme el lujo de conocer la depresión, tristeza, derrota  o cualquier otro sentimiento que no lo merezca,  porque es una falta de respeto y solidaridad hacia las personas que realmente si están en el derecho de sentirlo.
Si pensamos con optimismo, actuaremos con el mismo.  Lo tengo comprobado,  aunque a veces es difícil, muy difícil y más aun no solo pensarlo sino ponerlo en práctica.  Pero se puede, claro que se puede! Tenemos que disfrutar de cada momento con los nuestros y dejar sentada en una silla a la ira.  No se puede ir,  pero si podemos dejarla quieta, apartada, fuera de juego…  y si queremos que se levante y de una vuelta abrimos ese balcón y en vez de gritar, aplaudimos todas las tardes a las ocho de la noche a esas personas que si se están dejando la piel por nosotros.  
Ahí sí que os invito a que lo hagáis,  tan fuerte como podáis, para dejar a la ira, el enfado  y el mal humor en ese balcón para dar entrada a esa fortuna que a la mayoría nos esta acompañando.
No penséis que soy tan “happy” que de la puerta de mi casa salen corazones y flores...  estoy en medio de una separación que me ha llevado a los infiernos, pero tristemente este tipo de cosas son las que nos hacen darnos cuenta de que somos más fuertes de los que nos creemos, somos más creativos de lo que pensamos y que de todo esto vamos a salir muy reforzados y estoy segura de que el dÍa que salgamos a la calle, vamos a ver la vida como realmente es, una oportunidad…

RM

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