Hoy os dejo un artículo en el que he colaborado. ¡Buen martes a todos!
Hasta cuándo deben vernos desnudos nuestros hijos
Día 22/01/2013 - 12.26h
Los límites de pudor y recato varían en cada cultura y en cada familia
Una cuestión que suele surgir en muchas familias es el 
tema de la desnudez. ¿Debemos bañarnos con nuestros hijos? ¿Pueden 
ducharse juntos dos hermanos? ¿Es adecuado ir en ropa interior por casa?
 ¿Comporta algún tipo de problema que nos vean desnudos? ¿Hasta qué 
edad? Tal y como expone Alba García Barrera, del departamento de 
Psicología y Educación de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), este es un tema peliagudo y respecto al cual no existe unanimidad científica.
 «Ciertos expertos afirman que vivir la desnudez parental ocasiona 
futuros problemas sexuales, y otros opinan que es la mejor forma de que 
el niño descubra el cuerpo humano espontánea y naturalmente. Asimismo, 
hay especialistas que todavía rechazan la existencia de la sexualidad 
infantil, aunque en la actualidad sea reconocida como una de las mayores
 aportaciones de la psicología», añade. 
Ciertos expertos aseguran que vivir la desnudez parental ocasiona futuros problemas sexuales
A juicio de García Barrera, lo primero que hay que tener en cuenta en relación a esta cuestión es que depende de la cultura. «Cada una trata la desnudez de una forma distinta». Lo corrobora la psicóloga Mónica Manrique (www.monicamanrique),
 para quien tratar la desnudez delante de los hijos habría que atender 
más a criterios culturales y sociales que científicos. En cualquier 
caso, para Manrique, «es cada familia quien debe tomar esta decisión 
siempre que se haga desde la educación y el respeto». Cada hogar, añade,
 «en función de sus valores, vive la desnudez de una manera más o menos 
natural. Personalmente, creo que pueden vernos desnudos mientras que 
quién se desnuda y quién lo ve se sientan cómodos y respetados». Lo 
corrobora la psicóloga del Hospital Nisa Valencia Al Mar,
 Belén Sánchez-Laguía, para quien el momento de parar lo marcará siempre
 el pequeño. «Cuando veamos señales de que el niño empieza a sentirse 
incómodo, es cuando convendrá no mostrarnos desnudos delante suyo».
La edad, crucial
En el desarrollo psicosexual del niño hay varias etapas 
que, según todos los expertos consultados, hay que tener en cuenta para 
fomentar el desarrollo evolutivo sano. La psicóloga de la Udima lo explica así: «En función de los años que tenga, el niño atraviesa una etapa diferente en su desarrollo psicosexual.
 Estas serían, si nos atenemos a las fases establecidas por Freud (* en 
la ficha), las siguientes: fase oral (0-18 meses), anal (18-36 meses), 
fálica (3-6 años), de latencia (6-12 años) y genital (adolescencia)». 
«En función de estos periodos —prosigue esta experta—, se sabe que el 
niño a partir de los dos años de edad puede comenzar a observar con 
interés nuestro cuerpo desnudo y el suyo propio, ya que siente 
curiosidad por estas diferencias». «A diferencia de los bebés y niños 
más pequeños, un pequeño de esta edad ya puede empezar a incomodarnos al
 fijarse en exceso en nuestras partes más pudendas. En este sentido, hay
 que entender que el niño no lo hace con este ánimo ni con ningún tipo 
de morbo, sino que simplemente necesita comprender el mundo que le rodea
 y esto forma parte de ello, por lo que necesita observarlo y 
explorarlo», remarca.
La reacción que tengamos ante estas situaciones es importante para la concepción de los niños sobre la desnudez
Rosa Collado, psicóloga especializada en sexología y psicoterapia integradora del centro Álava Reyes Consultores,
 determina la etapa favorable a la desnudez ante el niño hasta los 6 
años aproximadamente. «Con anterioridad a esta edad el niño va 
descubriendo la sensibilidad de su cuerpo de forma natural y la 
diferencia entre sexos para poder identificarse posteriormente con su 
género, además de potenciar la observación y la estimulación de la 
curiosidad sana para comprender esas diferencias y permitir que el 
niño/a se desarrolle sin ningún tipo de prejuicio o vergüenza sobre su 
propio cuerpo», explica. Este proceso finaliza, continua Collado, «en la
 etapa de latencia —que comienza hacia 6 años aproximadamente—, donde el
 niño ya ha obtenido la información necesaria para descubrir su propio 
cuerpo. En ese momento más o menos deja de hacer preguntas, bajando 
notablemente el interés por el tema hasta la siguiente etapa, la de la 
pubertad, donde resurgirá con mayor fuerza gracias a la explosión 
hormonal que cambiará su cuerpo». 
Mostranos desnudos o no, para García Barrera, lo principal 
es que la familia esté cómoda con la situación que decida llevar a cabo.
 «Si los padres ven con normalidad el hecho de que sus hijos les vean 
desnudos, éstos también lo entenderán así y no sentirán ningún tipo de 
pudor o vergüenza por ello. Por ejemplo, el espacio del baño puede 
convertirse en un estupendo lugar para vivir con los hijos un momento 
relajado en el que jugar, compartir y aprender. Pero si llegado el 
momento la mirada de nuestro hijo comienza a hacernos sentir pudor, es 
mejor que dejemos de hacerlo. Siempre es preferible no mostrarnos desnudos a hacerles sentir culpables por habernos visto así». La reacción que tengamos ante esta situación, continúa esta psicóloga de la Udima,
 es otro aspecto importante para la concepción que los niños comiencen a
 tener de la desnudez, del pudor y de la intimidad. «No debemos 
reaccionar con extrema vergüenza o armar un escándalo si por casualidad 
nos encuentran desnudos en el baño o en el pasillo. Lo más importante es actuar con naturalidad y que el niño no se sienta mal por ello». 
Eso sí, matiza Paulino Castells, psiquiatra de Familia y 
profesor de la Universidad Abad Oliba (CEU), «de la misma manera que los
 padres no tienen por qué avergonzarse si sus hijos les encuentran 
desnudos a la salida del baño, ni tienen por qué adoptar actitudes 
ridículas y embarazosas si son sorprendidos en el lecho marital en plena
 relación amorosa, tampoco existe una justificación real y seria que 
permita a los niños compartir constantemente la desnudez o la actividad 
sexual de sus padres». A su juicio, el niño que habitualmente ve a sus 
progenitores circular desnudos por casa se confunde y no acierta a 
comprender por qué otras personas mayores no hacen lo mismo. También 
pueden estar recibiendo, añade, «una sobreestimulación sexual gratuita, 
que puede abocar en una auténtica promiscuidad sexual, con lo que se 
borran las fronteras del respeto entre las generaciones. A su juicio, «no hay ninguna necesidad de meterse padres e hijos en la bañera o de compartir todos la misma ducha». 
Lo mejor es, concluye la sexóloga del centro Álava Reyes Consultores, una comunicación abierta. «Al final los padres educan con su actitud.
 Si el niño después de descubrir naturalmente su cuerpo, ve que sus 
padres se cambian de ropa en la intimidad o piden permiso para entrar en
 el baño si hay otra persona, etc… los niños aprenden a respetar la 
intimidad de los demás y de sí mismos y lo incluirán como un aprendizaje
 más para ellos». «Y normalmente —añade—, en la medida que el niño va 
creciendo, va desarrollando el pudor por la propia intimidad y será 
probablemente él mismo quien pida a los padres que salgan de la 
habitación o del baño porque ya se desnuda solo».

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