viernes, 24 de abril de 2020

40. Crónicas de un encierro involuntario.

40.

Hola me llamo Natalia, tengo 20 años, mi madre me dijo que estaba este blog para expresarte como te sientes ahora mismo y me gusto la idea. Quiero haceros participes de mis emociones en este momento, espero q os guste. 
Nunca antes me habia pasado esto, desde hace dias noto que me falta algo dentro de mi corazón, y no puedo hacer nada para llenarlo, necesito abrazos, besos de las personas más importantes de mi vida, mis iaios, mi tía Lore, mi tío Isi, mis primitos  Rubén (yee Rubén) que desde que es mayor de edad no lo he visto e Iván, mi tomaqueta, (la iaia no me deja llamarle así, jejee) e ir a su casa cenar tortilla de patatas, ver una peli y quedarme a dormir, a la Moñete (La Yola) de la familia, a mi gemelita Lulu también a primita Lauri, mi prima Ana que se hace mayor y no podemos disfrutarla de bebé, mi tío Salva y a Inma. 
Siempre he sabido que los quería un montón, pero ahora veo lo necesario que es mi día a día con ellos.
El día que podamos vernos, sinceramente desde el corazón, será el más feliz de mi vida, poder volver a estar todos unidos y tener contacto físico, que tanto necesitamos, hacermos mil fotos. No sé, me noto vacía, vacía de no sentir a los míos, gracias a Dios estamos todos bien, y que siga siendo así, pero es muy duro el no poder abrazarlos.
El otro día fue el 80 cumpleaños de mi iaio y me duele no poder celebrarlo como toca, ya que este verano estuvo al borde de la muerte, gracias a dios que no se fue, no sé qué haría sin él. Si él se va, mi iaia se va detrás, y si se van ellos, yo me voy detrás. La alegría de mi vida es mi familia y si no estamos todos, no es lo mismo, menos mal que estamos todos sanos y salvos. 
Como fue su cumple, mi tío le hizo un video precioso que expresa muchos sentimientos, de nostalgia, de alegria, de tristeza… Por la tarde fuimos a cantarle mi tía Lore, mi tío Salva, mi madre y yo. Ellos estaban asomados en la ventanas y nosotros bajo cantándoles. Cuando nos fuimos, me sentí vacía, de verlos y no poder tocarlos. Nosotros íbamos con mascarillas y nos  mirábamos y las miradas pedían a gritos abrazos que no podíamos darnos. Volviendo a casa sentí una sensación muy extraña, como si algo de mí aún estuviera en el último día que comimos todos. 
¡Qué felices éramos sin saber lo que venía!

Natalia



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